Y como venía diciendo, las cosas que hacían los adultos me
resultaban atractivas y muchos de ellos tomaban … “MILANTA”. En el botiquín de
mi casa siempre había un tarro y haciendo gala de la gran curiosidad de la que
aún disfruto, un día la probé y me pareció que era como tomarme un jugo de tiza
con sabor a menta. En esa época no me imaginaba que varios años después estaría
usándola para lidiar con las consecuencias de una alimentación y unos hábitos
poco conscientes.
Después de los treinta las facturas han venido llegando y
cada vez con más fuerza si no las enfrento con unas buenas dosis de aceptación
y de acción. Lo cierto es que para estos asuntos y tantos otros he buscado la
asesoría de los médicos. Valga decir que por muchos años estuve buscando al que
me recetara remedios mágicos que me curaran y que además me dejaran dar rienda
suelta a mis deseos. Hoy sé que eso es sólo una ilusión.
Sin importar el tipo de medicina por la que se opte, todos
van a recomendar una alimentación balanceada, yo prefiero decir una
alimentación consciente, ejercicio, bajo estrés, no tabaco, no alcohol ni otras
drogas … La diferencia está en el enfoque. Hace más de dos años tuve un quiebre
de salud en este sentido y busqué opciones para terminar decidiendo que me
abstendría de tomar los antibióticos de más de quinientos mil pesos que me
recetó uno de los mejores gastroenterólogos de la ciudad y que igualmente
renunciaría a la Milanta o similares.
La opción fue seguir los consejos de un médico – yerbatero
que además de yerbas medicinales me recomendó, por ejemplo dejar las harinas
procesadas y muchos otros consejos que seguí al pie de la letra. La mejoría fue
evidente en pocas semanas y mantenerme sólo dependía de mi buena voluntad.
En el viaje he pasado por muchas etapas en este tema porque
los cambios de ambientes conllevan variaciones en la alimentación, sin contar
que en todas partes hemos encontrado deliciosas comidas y a veces me paso. Todo
ello lo registra el Sistema con algo de recelo. Por ejemplo, hace una semana
llegué a un punto en el que fue preciso echar mano de una Ranitidina que me
encontré pero en ese momento se me ocurrió empezar un diario de alimentación
para hacer como un monitoreo y revisar patrones, excesos, alimentos que no me
sientan bien, consecuencias de comer esto o aquello, etc.
El resultado es que ya la molestia está cediendo pero sólo
va a dejar de ser notoria si hago lo que debo hacer. Ese es el reto. Ese es mi
reto. Mientras tanto y cuando hay molestias me tomo una taza de agua hirviendo
y si no funciona me tomo dos, hasta que mágicamente la cosa mejora sin
necesidad de químicos ni plata.
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