martes, 20 de julio de 2021

Bandera al revés

Hace poco le estuve leyendo un libro de la historia de Colombia a mi hijo, que iba desde antes de la llegada de los españoles hasta su partida a las malas en 1810. Es importante recordar que después volvieron con toda su violencia y criminalidad a intentar preservar su botín, hasta que en 1819 fueron vencidos y finalmente expulsados.


Las celebraciones que veo hoy de Independencia, me resultan poco convincentes. Me parecen cantos y arengas de hinchas de equipos de fútbol que le rinden culto a unos colores. También me imagino a publicistas y comunicadores inventando frases que nos convenzan que somos un pueblo “echao pa´lante” y tantas otras fórmulas que me parecen trilladas y manipuladoras. Igualmente me imagino a los políticos y los militares haciendo de las suyas con ceremonias, metáforas y remembranzas que pretenden agitar la tribuna para que cantemos el gol de los 211 años; ¿211 años de qué?, no importa, pero son más de dos siglos y eso es mucho tiempo.


Me pasa que las ceremonias militares y policivas del día de Independencia me hacen sentir que ya no estamos bajo el yugo de los miserables españoles que enviaron acá a matar, violar, robar y cuántos otros verbos aterradores, sino que tenemos a una cantidad de personas armadas que usarán esas armas para defender a un nuevo soberano que no es exactamente el Pueblo, que constitucionalmente es el supuesto mandamás de este territorio.

 



Mi posición (trivializada), cuarta versión

  Después de la emigración de mi familia original desde una ciudad intermedia, nací en la ciudad capital de mi país y he vivido casi toda mi vida allí, aunque ahora vivo en un municipio pequeño y gentrificado. Al nacer, la situación económica de mi familia era retadora pero no me acuerdo de ello; mi recuerdo es de suficiencia y hasta de opulencia. En Bogotá viví en estratos 5 y 6 de las localidades de Usaquén y Chapinero. Asistí a un colegio privado, estudié en dos de las mejores universidades privadas de Colombia hasta conseguir dos posgrados, uno de ellos como magíster. Soy latino, no soy gordo aunque lo fui por más de 20 años, estoy casado con una mujer flaca, latina que también tiene un magíster y tenemos una relación heterosexual. Tenemos un hijo y vivimos los tres juntos. Nunca hemos pasado hambre o sed extremos o estructurales y siempre hemos tenido techo. Tenemos medicina prepagada, no tenemos deudas y estamos satisfechos con nuestros ingresos. No tengo propiedad de bienes inmuebles y tenemos un carro familiar de gama baja. No tenemos ninguna discapacidad. Las dos personas adultas de esta familia tenemos más de 40 años. No practicamos una religión, pero pertenecemos a un contexto católico. No creo en divinidades y creo que no es posible demostrar la existencia de Dios. Creo que hay muchas cosas superiores a mí y que ellas ostentan mucho más poder que el mío personal. Nunca he estado técnicamente desempleado. Me he desempeñado como asesor y consultor. Mi idioma nativo es el español, hablo inglés y comprendo algo mínimo de francés y portugués.



sábado, 17 de julio de 2021

Respuesta a la columna de Carlos Granés

De la identidad a la modernización y vuelta a empezar

Carlos Granés

Columnista del Espectador

Respuesta a la columna

Camilo Isaza Herrera

Blogger de mundoround

Después de sumergirse en la historia del pensamiento latinoamericano, el profesor Eduardo Devés llegó a una conclusión sugerente: tenemos manías cíclicas. (De acuerdo con Déves, el recorrido y el aprendizaje de los pueblos es cíclico y a veces es maniático.) De repente,  nos asalta una duda atroz sobre nuestra propia identidad (No es de repente, es el resultado de un proceso), buscamos desesperadamente nuestro espejo en el pasado (claro, somos el resultado de un proceso criminal de colonización que rompió el espejo, rompió con la identidad), izamos banderas que niegan lo extranjero (negar lo extranjero es imposible porque tenemos mucho de extranjeros)  y durante algunos años nos regodeamos en la exaltación del americanismo, del criollismo, del indigenismo, (esta empresa del americanismo, del criollismo, del indigenismo no debe ser ridiculizada. Como búsqueda de la identidad actual pueden ser muy valiosas y productivas) de la economía hacia adentro, del estatismo o de algún otro proyecto que mantenga a raya al imperio, al capitalismo sajón, a la contaminación cultural, al Pato Donald o al conquistador español (pues claro, Carlos, todos ellos son los opresores históricos de latinoamérica y reaccionar ante ellos es mera dignidad). Pero de pronto, por lo general después de un cataclismo económico o cuando todos estos elementos identitarios acaban instrumentalizados por algún tirano nacionalista, nos sacudimos de los símbolos y de las nostalgias e iniciamos una fase modernizadora. (Estás afirmando que la modernización y la búsqueda de identidad son antagónicas y eso no es cierto. Pueden ser complementarias.)

Empiezan a oírse entonces otras palabras, como desarrollo, industria, cosmopolitismo, futuro. Los indígenas, los gauchos y las referencias locales desaparecen de los lienzos y son reemplazadas por sueños abstractos o formas geométricas. Los artistas aprenden el International Art English y empiezan a usar palabras como readymade, body art o performance para explicar sus obras. Son períodos de apertura, de imitación y de contaminación, cuando lo que menos importa es si las ideas artísticas, económicas o políticas tienen vínculos con la tierra o con lo vernáculo, sino si sirven para algo. Y mientras sirvan y les permitan a los artistas globalizarse y a las economías prosperar, serán toleradas. Pero cuando sus ciclos se agotan o el maná que prometían deja de regar los bolsillos, el sentimiento nacional vuelve a arreciar para llevarse en una riada todo lo extraño, todo lo impropio, aquel avance del imperialismo, del neoliberalismo o de la cultura cosmopolita que en mala hora se coló por nuestras fronteras. Como si aquel hubiera sido un humillante período de neocolonización (¿Estás negando las formas contemporáneas de colonización?), se abjurará de su legado y entonces, claro, borrón y cuenta nueva. A empezar de cero. (Nunca se empieza de cero, esta es una falacia propia de los comerciantes que están desesperados por ser ricos)


Aunque el asunto es un poco más complejo —hubo períodos en los que las dictaduras convirtieron la modernización en una causa nacional—, esta es una de las razones por las cuales América Latina está siempre en pañales (America Latina no está siempre en pañales, está en un proceso que si se compara con otras zonas, no tiene los mismos indicadores y no responde a la lógica inventada por quienes nos colonizaron. América Latina está aprendiendo y ridiculizarla de esta manera no la ayuda), incapaz de valorar sus logros, inventando pasados de ensueño y llevando por bandera sus venas abiertas y sus victorias mutiladas. Basta con observar lo que está ocurriendo en Chile. El país que más cerca estuvo de vencer el subdesarrollo (el subdesarrollo es un concepto inventado por quienes nos colonizaron, para tenernos de hermanos menores) se desentiende de esos logros —como si no lo fueran— y empieza a dar un giro identitario (Debes recordar las bases criminales de los “logros” de Chile). La nueva Constituyente, presidida por una indígena mapuche (qué maravilla, en Colombia fue presidida por un guerrillero recién desmovilizado), se propone enterrar el neoliberalismo con sus reminiscencias pinochetistas y refundar el país en torno a la plurinacionalidad (Es que es plurinacional así el sueño de la colonización sea la uniformidad). No buscan corregir el modelo o enmendar las desigualdades que fomenta. No. (¿Y en qué te basas para decir que van a enterrar todo lo antiguo? Además de ser imposible, porque tocaría formatear los cerebros de los constituyentes, hay representación de los conservadores en la Asamblea y va a haber balances entre lo antiguo y el nuevo proyecto) Enterrarlo para iniciar un nuevo experimento del que no sabemos qué saldrá (de los experimentos nunca se sabe qué saldrá), pero sí que responde a esta vieja lógica. Buscará integrar a los excluidos, especialmente a los indígenas, y les dará importancia a los símbolos y a palabras como pueblo, dignidad y justicia. (Esta es la mejor noticia de la columna, ojalá sea cierto)

Es la historia mordiéndose la cola, porque una vez más, insatisfechos con la imperfección del cosmopolitismo, buscamos respuestas inexistentes en el ilusorio e idílico refugio de la identidad. (La búsqueda es suficiente, la inconformidad con lo existente es un maravilloso motor, ¿qué tal que nos sorprendan con la creación de una nueva lógica y que nuestros hijos conozcan algo que para nosotros era insospechado?)








martes, 6 de julio de 2021

Mi posición (trivializada), tercera versión

 Después de la emigración de mi familia original desde una ciudad intermedia, nací en la ciudad capital de mi país y he vivido casi toda mi vida allí, aunque ahora vivo en un municipio pequeño y gentrificado. Al nacer, la situación económica de mi familia era retadora pero no me acuerdo de ello; mi recuerdo es de suficiencia y hasta de opulencia. En Bogotá viví en estratos 5 y 6 de las localidades de Usaquén y Chapinero. Asistí a un colegio privado, estudié en dos de las mejores universidades privadas de Colombia hasta conseguir dos posgrados, uno de ellos como magíster. Soy blanco (o me veo blanco latino), no soy gordo aunque lo fui por más de 20 años, estoy casado con una mujer flaca, blanca que también tiene un magíster y tenemos una relación heterosexual. Tenemos un hijo y vivimos los tres juntos. Nunca hemos pasado hambre o sed extremos o estructurales y siempre hemos tenido techo. Tenemos medicina prepagada, no tenemos deudas y estamos satisfechos con nuestros ingresos. No tengo propiedad de bienes inmuebles y tenemos un carro familiar de gama baja. No tenemos empleados ni empleadas. No tenemos ninguna discapacidad. Las dos personas adultas de esta familia tenemos más de 40 años. No practicamos una religión, pero pertenecemos a un contexto católico. Soy ateo y agnóstico pero creo en un poder superior a mí. No he tenido largos periodos de desempleo y me he desempeñado como asesor y consultor. Mi idioma nativo es el español, hablo inglés y comprendo algo de francés.



lunes, 5 de julio de 2021

Lo que le quiero dejar a Cristóbal y lo que le estoy dejando

 Las dos son lo mismo. No hay algo que le quiera dejar en el futuro que no le esté entregando ahora mismo.


Le quiero dejar el convencimiento de que nadie es mejor que otra persona. Que todas somos iguales ante el destino y que no hay razones para sentirse superior o inferior a nadie. Quiero que aprenda que las personas no se pueden comprar, que con las personas no se debe jugar como si fueran las fichas de mi tablero. De igual modo quiero que aprenda que las cosas tampoco son como la escenografía de su película. Las cosas están compuestas por mucho de lo que nos rodea, por el aire, las plantas, las piedras, las montañas, los arcoíris, sus juguetes, sus materiales. Los animales son algo parecido a una persona y respetarles es respetarse a sí mismo.


Quiero que Cristóbal aprenda a hacer sus cosas con sus propios medios y que sepa pedir ayuda cuando sea preciso. Me gustaría que Cristóbal se sienta seguro y suficiente para vivir, para convivir con todas las personas y cosas que lo rodeen. Quiero que Cristóbal aprenda a usar sus manos, su cuerpo y su inteligencia para proveerse lo mejor que él decida. Me gustaría que él comparta lo que tiene, sus dones, sus regalos, para que disfrute más sus privilegios. Quiero que Cristóbal tenga claro que nació en un contexto privilegiado y compartir será su mejor opción.


Quiero que Cristóbal aprenda a ser crítico con lo que aprende, con lo que le enseñamos los adultos, con lo que escucha en la televisión o con lo que recibe por absorción cultural. Quiero que sepa leer de corrido y use los lenguajes para comprender y ayudar a que los demás comprendamos. Me encantaría que él le encuentre gusto a los números y que desarrolle un pensamiento matemático y lógico que ponga a su servicio y al de los demás.


Intento enseñarle a Cristóbal que puede sentir, sensaciones y sentimientos. El dolor es legítimo y la ira también. No es correcto llevarse por delante a las demás personas porque tenga dolor o ira. Mis sensaciones o mis sentimientos no me dan el derecho de cosificar a los demás y hacerles pagar por mi sufrimiento.


Me encanta que Cristóbal disfruta muchas de las cosas que hace y quiero que tenga un mayor gozo en el aprendizaje. Me encantaría que tomara con mayor ligereza sus desaciertos y que su paciencia se incrementara al aprender.


Me gustaría dejarle a Cristóbal, la imagen de un papá que aceptaba sus errores, como la ira desmedida y el miedo irracional, así como las reacciones exageradas que se derivan de ellas dos. Quiero que vea mi evolución en este tema y que sepa que no existe algo como estar muy viejo para aprender o para evolucionar.


Finalmente me gusta enseñarle a Cristóbal que se pueden respetar las decisiones de las demás personas, en todos los temas y que respetaremos las de él. No debe haber razones arbitrarias para reprochar las decisiones legítimas de los demás ni las propias. Si él quisiera reprochar algo con irracionalidad, debe auscultarse profundamente y encontrar la motivación de sus radicalidades.          


jueves, 1 de julio de 2021

Me gradué

Me gradué, qué alegría

 





Como decía Lucas Tañeda: Gracias, muchas gracias