martes, 10 de mayo de 2016

Un juego de mesa para conversar de política en las familias



En muchas familias hay temas censurados. Hay recuerdos como el de esa vez en que el tío Jaime (santista) y el tío Ricardo (uribista) empezaron a hablar sobre las “grandes e innegables” diferencias entre los gobiernos de sus dos políticos y luego de un rato empezaron a subir la voz hasta que de un momento a otro Ricardo se paró de su silla intempestivamente gritándole a Jaime que “por eso es que estamos como estamos” por “gente como Usted que no entiende la realidad”, de hecho por eso es que Jaimito es un mariguanero, porque con ese Papá … yéndonos bien ahí se acabó la furrusca y alguna matrona de la familia hizo un chiste que salvó el momento.

Quedó claro, eso sí, que en esa familia mejor no se habla de política y tampoco de religión porque la abuelita Gloria y el tío Jacobo se van a sentir profanados en su fe, ni de fútbol porque el tío Armando no aguanta que hablen mal de Millonarios y mucho menos del Real Madrid. Pero yéndonos mal, la cosa acaba como el pasado fin de semana que es de los más violentos del año, en el que hermanos, como Jaime y Ricardo, se matan delante de su Mamá a manera de regalo para celebrarle el Día de la Madre.

Precisamente este lunes festivo en la tarde estaba en una celebración de Día de la Madre y luego de comer un delicioso tamal con chocolate, pan de yuca y queso, me ofrecí a lavar la losa. Con quienes estaban en la cocina, unos secando, otros trayendo platos sucios, empecé a explorar las razones por las que en muchas familias no se puede hablar de política. En cuanto al diagnóstico dijimos las cosas obvias, que los unos son muy pasionales, que los otros no toleran, que nos encanta tener la razón y estamos dispuestos a pelear por tenerla, también que en esas conversaciones algunos aprovechan para vengarse de guardados del pasado, pero salió algo que me pareció novedoso y es que pareciera que en una charla de una hora ambientada por un tamal con chocolate queremos llegar a la solución de todo el problema político.

De alguna manera es un afán bienintencionado de tener un mundo mejor el que nos altera porque nos preocupa, nos da MIEDO, que las cosas no vayan bien en el País ni en el Mundo y nos metemos en la fantasía de que si convencemos a los comensales de tamal de que, por ejemplo, Uribe es mejor que Santos, al siguiente día hábil todo va a funcionar mejor en el Congreso, en el Gobierno y en la economía.

Ahora bien, el martes de la semana pasada estuve en una tertulia en la que conversamos sobre el humor en el proceso de paz y me llamó la atención que con unas reglas mínimas, algunos elementos simbólicos como un chipote chillón para llamar a la calma y un hilo conductor, incluso entre desconocidos con ideas diversas, puede haber una conversación agradable y sin peleas.

Volviendo a la lavada de platos, cuando me estaba secando las manos, se nos ocurrió que debería existir un juego de mesa en el que con tablero, fichas, dados y unas tarjeticas, o algo así, las familias pudieran sostener conversaciones políticas, asegurándose de que el intercambio de opiniones no vaya a causar un agarrón como el de los tíos Jaime y Ricardo.

Si a alguien se le ocurren ideas para inventarnos este juego, qué tal si nos ponemos una cita para conversar; yo me encargo del tamal y su mercé del chocolate.

camilo
Juego de Política
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