Pontificia Universidad
Javeriana, Facultad de Filosofía, 2018
Heterogénesis de las formas sensibles: Seminario sobre Diferencia y repetición
de Gilles Deleuze con Nicolás Alvarado Castillo
Exposición para el 29 de agosto
Camilo Isaza
Herrera
El inconsciente y las tres síntesis pasivas del tiempo
“... el
inconsciente ignora al No”
(Deleuze, 2002, p. 171)
En esta
exposición haré un esfuerzo por recoger los aspectos centrales de la revisión
que hace Deleuze sobre el concepto freudiano de inconsciente y propondré
algunas paráfrasis de lo planteado por el autor sobre la realización de las
síntesis pasivas del tiempo en esa concepción diversa de inconsciente o de vida
psíquica pasiva.
En las
primeras páginas del segundo capítulo del libro Diferencia y Repetición, titulado La Repetición para sí misma (2002, p. 119 - 154) el autor entrega
una completa explicación de las tres síntesis pasivas del tiempo. A manera de
resumen de ellas, Lapoujade aporta de la siguiente manera:
“Deleuze distingue … tres tipos de repetición que engendran tres modos de
temporalizaciones distintos (que contienen cada uno las tres dimensiones del
tiempo): 1/ las repeticiones del hábito [1] (o el presente como
fundación del tiempo); 2/ las repeticiones de la memoria (o el pasado como
fundamento del tiempo); 3/ las repeticiones del eterno retorno (o el porvenir
como “desfundamentación” del tiempo). La primera repetición es psíquica o
biopsíquica, la segunda es metafísica, la tercera es ontológica.” (2016, p.
71).
Vale anotar
sobre esta última que la ontología en Deleuze es un riguroso intento por pensar
el proceso de metamorfosis, no como una transición o transformación entre una
sustancia hacia otra o como un movimiento de un punto a otro, sino mejor como
un intento por pensar lo real como un proceso en sí mismo [2] (Parr, 2005,
p. 191).
En este punto
y después de haberle dedicado un capítulo del libro a la diferencia en sí misma,
Deleuze empieza a desplegar su propio concepto de repetición, que le sirve para
explicar cómo las cosas se convierten en algo determinado y cuál es el papel
exacto de la diferencia en ese proceso [3] (Williams, 2008,
p. 84). Queda claro que “la diferencia viene antes de la repetición, así como, en
los diálogos de Platón, la exposición de la Idea precede el relato mitológico.”
(Lapoujade, 2016, p. 70). [4]
Sobre el placer y el inconsciente
Deleuze
confronta la concepción freudiana del inconsciente con las citadas síntesis del
tiempo (Williams, 2008, p. 106). Vale decir que el tratamiento que Deleuze le da
al trabajo de Freud no es el de una crítica corrosiva. Mejor, parece agradecer
la estructura que planteó Freud para hacer con ella lo que le parece correcto y
mejor; si ello es reconstruirla después de derribarla, no está defraudando al sicoanálisis,
lo está actualizando de manera respetuosa, aunque ello implique el nacimiento
de ciertos monstruos, que no necesariamente asustarían a Freud.
Una de las
principales reconstrucciones que hace Deleuze a partir de Freud, tiene que ver
con no concebir al placer como proceso sino como principio. El autor lo reformula
de una manera alejada de la definición común en la que “el placer causa
placer”, ya que de esta manera es sospechoso plantear que el ser humano
explicara su vida como solo una búsqueda insistente de placer. La concepción de
Deleuze de placer puede ir más dirigida hacia la realización de lo que debe ser
realizado, de lo que se debe repetir, a la realización de una repetición, que
puede causar placer de ese que causa placer, pero también puede generar una reacción
no necesariamente sexualizada. “Pretender, es ante todo pretender el placer. El
alma, en tanto que diferencia, pretende su repetición. Y lo que vale la pena
para la vida psíquica puede ser extendido a toda la naturaleza viviente que
compone un inmenso Ello cuyos hábitos o ritmos dan testimonio de su pretensión
de instaurar el placer como principio” (Lapoujade, 2016, p. 73). El placer
parece ser aquello donde la repetición que el alma quiere, se verifica y es
principio objetivo porque el proceso humano parece necesitar que esa repetición
ocurra.
Siendo así,
Deleuze procede a poner su concepto de placer en relación con las tres síntesis
pasivas del tiempo de la siguiente forma:
“La repetición-lazo, la repetición-mancha, la repetición-goma: las tres más
allá del principio del placer. La primera síntesis expresa la fundación del
tiempo sobre un presente viviente, fundación que confiere al placer su valor de
principio empírico en general, al cual se ha sometido el contenido de la vida
psíquica en el Ello. La segunda síntesis expresa el fundamento del tiempo por
un pasado puro, fundamento que condiciona la aplicación del principio de placer
a los acontecimientos del Yo [Moi]. Pero la tercera síntesis designa el abismo
al que el fundamento mismo nos precipita: … se trata de la desexualización en
esta tercera síntesis, en tanto inhibe la aplicación del principio de placer
como idea directriz y previa” (Deleuze, 2002, p. 180)
Estas tres
síntesis pueden ser entendidas desde el punto de vista freudiano de la
siguiente forma: “El yo narcisista repite una vez, con el tono del antes o del
defecto, con el tono del Ello (esta acción es demasiado grande para mí); una
segunda vez, con el tono de un devenir-igual infinito propio del yo ideal; una
tercera, con el tono del después que realiza la predicción del superyó (¡el
ello y el yo, la condición y el agente serán a su vez aniquilados!)” (Deleuze,
2002, p. 175).
***
Así pues, el
inconsciente para Deleuze “atañe a los problemas y a las preguntas, que no se
reducen nunca a las grandes oposiciones o a los efectos de conjunto que la
conciencia recoge de ellos” (Deleuze, 2002, p. 171). En este sentido la
concepción de Deleuze problematiza la de Freud al dejar de concebir al
inconsciente como un medio en el que se resuelven disyunciones, sino uno en el
que las operaciones son mucho más complejas, con preguntas y problemas que pueden
tener diversas respuestas y soluciones que podrían estar marcadas por la
ocurrencia de una repetición específica y no por una respuesta o solución
preconcebida o correcta. Dado lo anterior, no cabe duda que “la estructura del
inconsciente no es conflictual, oposicional o de contradicción, sino
cuestionante y problematizante.” (Deleuze, 2002, p. 176)
En la doctrina
de Deleuze, las tres síntesis son constitutivas del inconsciente (Deleuze,
2002, p. 179) y resultan también ser constitutivas del tiempo. Se podría
explorar la posibilidad de que el tiempo y el inconsciente sean lo mismo o
estén en un mismo conjunto. Sería dable incluir en este conjunto al tiempo y
conformar una gran triada unívoca de tiempo-inconsciente-pensamiento.
Nuevamente, en
reacción a los planteamientos de Freud, quien derivaba enormes consecuencias de
los supuestos contradicciones y bloqueos del inconsciente, Deleuze plantea que
los “fenómenos del inconsciente no se dejan comprender bajo la forma demasiado
simple de la oposición del conflicto” (Deleuze, 2002, p. 168). Pareciera ser
que Deleuze detecta cierto intento por trivializar la experiencia psíquica, al
plantear que ella se resume a contradicciones. En ellas la diferencia es de tal
magnitud que no le parece relevante para la vida síquica pasiva. Los problemas
y las preguntas son los movimientos más presentes en esa vida síquica y no
surgen sobre lo opuesto o sobre lo contradictorio. “El inconsciente es, por
naturaleza, diferencial e iterativo, serial, problemático y cuestionante” (Deleuze,
2002, p. 171) y en este sentido las “preguntas y los problemas no son actos
especulativos … Son actos vivos que invisten las objetividades del
inconsciente, destinadas a sobrevivir al estado provisorio y parcial que
afecta, por el contrario, las respuestas y las soluciones” (Deleuze, 2002, p.
168 y 169).
Resulta
fundamental este último aparte citado porque deja entrever que en Deleuze la
vida síquica y la vida sensible pueden coincidir y no ser dos conjuntos
distintos que se refieren mutuamente, sino que son un mismo conjunto en el que
unos movimientos son síquicos y otros sensibles. Se puede afirmar pues, que las
acciones con los objetos reales presuponen las tres síntesis pasivas en el
inconsciente, en los términos que planteen los objetos virtuales [5] (Williams, 2008,
p. 107). No puede pasarse de largo ante la afirmación de Williams en la que los
objetos virtuales plantean los términos de cómo se presentan las síntesis
pasivas. Esto genera gigantes consecuencias en cuanto a la concepción del
sujeto y del tiempo.
Igualmente,
es necesario anotar que este tipo de vida psíquica y sensible no permitiría
concebir al ser humanos como un todo determinado. Deleuze
propone que “no hay cogito que no sea abortado ni sujeto que no esté larvado”
(Deleuze, 2002, p. 174). De esta forma, “no es seguro que el pensamiento, tal
como constituye el dinamismo propio del sistema filosófico, pueda ser referido,
como en el cogito cartesiano, a un sujeto sustancial acabado, bien constituido:
el pensamiento es más bien uno de esos movimientos terribles, que solo pueden
ser soportados en las condiciones de un sujeto larvario” (Deleuze, 2002, p.
185) Vale aclarar que en este aparte Deleuze se está refiriendo al pensamiento
pero ello es también aplicable a lo pasivo, a lo que no decidimos pensar sino
que pasa en nuestra vida síquica.
Ahora resulta
fundamental abordar lo que Deleuze llama las relaciones objetales. Ellas son
posibles con objetos reales o con objetos virtuales. Ocurren en un presente
que, como hemos dicho, ocurre gracias y simultáneamente con un pasado. Los
objetos que están en el pasado son virtuales y los que están en el presente son
reales. “El objeto virtual es esencialmente pasado” (Deleuze, 2002, p. 161). Lo
“virtual no está sometido al carácter global que afecta los objetos reales. Es,
no solo por su origen, sino en su naturaleza propia, jirón, fragmento, despojo
… El objeto virtual es un jirón de pasado puro” (Deleuze, 2002, p. 160 y 162).
El objeto virtual informa al objeto real al momento de presentarse una relación
objetal pero el objeto virtual es parcial y decaído porque parece estar
emergiendo de un profundo olvido en el que se opaca y cuando es necesario para
la relación objetal, resurge mermado como un pedazo de lo que posiblemente
antes fue un objeto real.
Sobre el tiempo
Ahora bien, si
algo debe ser resaltado en la filosofía de Deleuze es su conceptualización del
tiempo en la que este no se puede significarse como un plano o una línea en los
que ocurren fenómenos. No es la imagen de un almanaque o de un reloj en donde
podríamos ir situando fenómenos a diestra y siniestra. Tampoco el tiempo es un
artilugio para narrar o para asignar intencionalidades (Williams, 2008,
p. 85). El tiempo, para Deleuze, se va constituyendo, las
repeticiones lo constituyen. Ellas no ocurren en el tiempo. De esta forma,
además de no ser el tiempo algo como un medio geométrico, este no es único, hay
varios tiempos. Por ello Lapoujade ilumina la comprensión explicando que el “pasado
es una suerte de mundo lateral, virtual, paralelo al presente y que, en lugar
de pasar como él, acoge en él cada presente, pero como pasado, de modo que el
pasado coexiste por entero consigo, y con cada presente que pasa.” (Lapoujade,
2016, p. 75)
En este orden,
“si es cierto que los dos presentes son sucesivos, a una distancia variable en
la serie de los reales, forman más bien dos series reales coexistentes con
respecto al objeto virtual de otra naturaleza, que no deja de circular y de desplazarse
en ellas (aun si los personajes, los sujetos que efectúan las posiciones, los
términos y las relaciones de cada serie permanecen temporalmente distintos). La
repetición no se constituye de un presente a otro, sino entre las dos series
coexistentes que estos presentes forman en función del objeto virtual”
(Deleuze, 2002, p. 165 y 166).
Siendo así, el
presente siempre es en relación con un pasado, “es su contracción” “Cada
presente de nuestra vida es una repetición de nuestro pasado entero, contraído
bajo tal o cual aspecto” (Lapoujade, 2016, p. 76). Al pensar de esta forma el
tiempo, Deleuze enriquece el análisis y la formulación de un concepto de tiempo,
partiendo de una intuición en la que parece haber un descontento con la forma
estática o trivializante en que la filosofía había concebido al tiempo. Es
posible que esa forma habitual sea más conveniente a la hora de explicar las
teorías filosóficas, pero se compadece poco de la evidente complejidad y no
linealidad del proceso humano, máxime cuando nos referimos al proceso síquico
pasivo.
En este aparte
sobre el tiempo es fundamental considerar lo que plantea Deleuze sobre la
repetición que ocurre en el eterno retorno y que “excluye dos determinaciones:
lo Mismo o la identidad de un concepto subordinante, y lo negativo de la
condición que refería lo repetido a lo mismo y aseguraría la subordinación”
(Deleuze, 2002, p. 181). Esto es lo que se puede denominar el “olvido de la
identidad” (Williams, 2008, p. 84). De esta forma, el eterno retorno no es más que
“la ausencia de origen asignable, es decir la asignación de origen como
diferencia, que relaciona lo diferente con lo diferente para hacerlo (o
hacerlos) volver en tanto tales.” (Deleuze, 2002, p. 195). No hay un original y un
derivado. La diferencia es la única vez original en cualquier serie o en la
serie de las series.
De esta
renuncia conceptual a la identidad se puede derivar lo que Deleuze denominará
el caos que sostiene todo el andamiaje de la vida sensible y la vida síquica.
No podría esta hallarse fundada en un medio en el que los movimientos atienden
a leyes universales necesarias y habría la posibilidad de predicar, por
ejemplo, el bien o el mal de ellos, sin que la repetición específica pueda
explicitar un pliegue temporal que resuena en sí mismo y afecta de una u otra
manera. Este medio al que hago referencia, tiene que ser un medio inestable en
el que haya movimientos de todos los tipos y que acoja incluso “movimientos
aberrantes” como una magnífica posibilidad.
El eterno
retorno, pues, hace volver sobre lo que Deleuze denomina simulacros o fantasmas
que son esos “sistemas diferenciales de series dispares y resonantes, con
precursor sombrío y movimiento forzado” (2002, p. 196). De esta frase es
necesario aclarar lo que es un precursor sombrío. Puede ser entendido como lo
que en un sistema “asegura la comunicación de las series que lo bordean” (2002,
p. 186). Las series, los tiempos se comunican gracias este precursor que podría
ser una representación opaca pero determinante en el relacionamiento entre
series que corren paralelamente y que necesitan hacer cierto tipo de corto
circuito para que se geste una repetición.
Unos puntos finales
Gracias al
desarrollo conceptual de Deleuze se puede dejar de aceptar una doctrina que
muchas veces se da por verdadera en buena parte de las disciplinas que estudian
el comportamiento humano, como la sicología y obviamente en el sicoanálsis. Deja
de ser forzoso aceptar que todos los humanos estamos enamorados [6] de nuestras madres. Dice
Deleuze que en “suma, no hay término último, nuestros amores no remiten a la
madre; simplemente, la madre ocupa en la serie constitutiva de nuestro presente
un lugar con respecto al objeto virtual, que es necesariamente ocupado por otro
personaje en la serie que constituye el presente de otra subjetividad,
considerando los desplazamientos de ese objeto = x” (Deleuze, 2002, p. 167). Aunado a lo anterior, tampoco es
forzoso aceptar que el proceso humano se basa en buscar el placer porque es
placentero.
Por otro lado,
la filosofía de Deleuze puede ser acogida como la invitación a experimentar un
ahora radical en el que no “hay por qué preguntarse cómo el acontecimiento de
infancia no actúa más que con retraso. Es este retraso, pero ese retraso mismo
es la forma pura del tiempo que hace coexistir el antes y el después” (Deleuze,
2002, p. 193).
Finalmente, se
podría afirmar que el título del capítulo que estamos estudiando, se explica
con la siguiente frase: “Si la diferencia es el en-si, la repetición en el
eterno retorno es el para-si de la diferencia” (Deleuze, 2002, p. 195)
Para cerrar,
es preciso afirmar que, en la filosofía de Deleuze, el libre
albedrío es solo una ilusión porque las cosas siempre emergen de una repetición
inconsciente. (Williams, 2008, p. 84) o en otras palabras se puede
declarar que todo “viene siempre de más lejos, y es más: todo ya está ahí, en
los recursos infinitos e inhumanos del Uno.” (Badiou, 1997, p. 25)
REFERENCIAS
Deleuze, G. (2002). Diferencia y repetición. Buenos Aires: Amorrortu
editores
Lapoujade, D. (2016). Deleuze, Los movimientos aberrantes. Buenos Aires:
Editorial Cactus
Deleuze, G. y Guattari, F. (1993). ¿Qué es la filosofía?, Barcelona:
Editorial Anagrama
Williams, J. (2008) Guilles Deleuze´s diffrence and repetition. A
critical introduction and guide. Edinburgh: Edimburgh University Press
Parr, A. (2005), The Deleuze Dictionary, Gran Bretaña: Columbia
University Press
Badiou,
A. (1997), Deleuze “El clamor del Ser”. Buenos Aires: Manantial
[1] “… el hábito, como síntesis pasiva de vínculo, precede … al
principio de placer y lo vuelve posible” (Deleuze, 2002, p. 156).
[4] Deleuze afirma que “la filosofía es el arte de formar, de
inventar, de fabricar conceptos” y agrega que los “conceptos … necesitan
personajes conceptuales que contribuyan a definirlos” (Deleuze y Guattari,
1993, p. 8). Teniendo en cuenta la alusión que hace Lapoujade sobre Platón,
¿sería posible afirmar que lo que hace Deleuze es inventar un concepto sobre la
diferencia y que la repetición es un personaje conceptual que contribuye a definirla?