domingo, 15 de septiembre de 2013

WWOOF


Cuando me preguntaban, antes de salir de Colombia, sobre lo qué íbamos a hacer en nuestro viaje, contestaba que teníamos la idea de darle la vuelta al Mundo durante más de un año, trabajando sin remuneración en granjas orgánicas a cambio de comida, techo y aprendizaje (en ese orden) a través de una red mundial llamada WWOOF (world wide oportunities on organic farms) que por su sigla en inglés traduce: oportunidades en granjas orgánicas en todo el mundo www.wwoof.net

Era la explicación que podía dar en ese momento porque sólo había consultado lo que había en Internet sobre WWOOF y mi estructura de ese momento me permitía asumir la aventura como una especie de negocio en el que era evidente la conmutatividad entre lo que dábamos y lo que recibíamos.

Ahora llevamos dos semanas como wwoofeadores en esta granja, un mes donde el gran Philippe, tres semanas en Córcega y poco a poco he ido viendo que, como siempre, voy por lana y además de no salir trasquilado, encuentro una cantidad de aprendizajes tan inesperados como valiosos.

He empezado a incorporar algo que intuía: no todos los intercambios atienden a la concepción de evidente reciprocidad que deduje de las enseñanzas de mis profesores de Derecho y he comprobado que frases como “no hay almuerzo gratis” sólo atienden a lógicas de mercado que no son aplicables a todo el hermoso proceso humano.

Si se quisiera encontrar un ejemplo de lo que las teorías de negocio llaman un “gana – gana”, nuestra wwoofeada sería uno muy bueno. Por un  lado los anfitriones (hosts) reciben ayuda en labores poco calificadas que son muy costosas en países como Francia y por el otro, para nosotros sería impensable estar en Francia pagando hospedaje y comidas por un tiempo tan largo.

Hasta ahí, pues, se comprueba lo que habíamos investigado en la web y con eso habría sido suficiente pero encuentro un gran valor en desaprender un poco las mañas citadinas, sacarle gusto a cosas como trabajar con abejas, cortar lavanda, echar pica y pala hasta para ir al baño, desyerbar, cosechar, untarme de tierra y de barro, hacer callos en las manos por el trabajo con herramientas, entre tantas otras.

También ha sido fundamental haber conocido una cantidad de gente maravillosa, incluyendo la que no me cayó bien como los anfitriones de Córcega y lograr ir a sitios como Niza, Mónaco, Guillaumes, Moustier Saint Marie, el Cañón de Daluis, Paris, Bastia y otros pueblos de Córcega como los que quedan en los bosques de árboles de castaña, Lecture, Condom, La Romieu, Montreal, Larressingle …

Todo lo anterior, gracias a wwoofear, termina siendo a mi manera de ver, lo más preciado de este viaje, sin contar con que la comida ha sido deliciosa y además hemos estado dentro de ambientes familiares que nos enseñan mucho día a día y nos han puesto a prueba frecuentemente.

Estoy seguro que todavía me queda mucho por descubrir en esta experiencia de wwoofeador y me encanta la idea de cambiar de país para encontrar nuevos caminos de aprendizaje en algún lugar más al oriente porque definitivamente Vamos a darle la vuelta al Mundo.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Maleza

Hemos estado desyerbando con Camila muy frecuentemente y hemos conversado sobre la maleza. Es un nombre que definitivamente viene de la palabra mal y aunque me obsesiona la proclividad de la humanidad por el maniqueísmo, de eso no voy a escribir en esta ocasión sino sobre el uso del lenguaje para denominar ciertas cosas que reciben un status debido al nombre que les ponemos.

Entiendo a quienes dicen que es sólo un nombre y no hay que meterle tanta alharaca, máxime cuando hay cosas más importantes que hacer y en qué pensar pero me resulta trascendente abordar este tema porque creo que “el lenguaje no es inocente” y detrás de las palabras se pueden develar intenciones conscientes o inconscientes que forman parte de la memoria o de la actualidad de los sistemas.

Se que al meterme en las sutilezas del lenguaje corro el riesgo de caer en tonterías como la del Presidente de Venezuela cuando dijo “millones y millonas” de venezolanos pero prefiero correrlo a dejar pasar por alto mi inquietud sobre la palabra maleza y otras tantas que, por decir lo menos, me llaman la atención.


Ahora bien, es evidente que se le llama maleza a esa hierba o a esos arbustos que nacen por ahí y que, según algunos, no sirven para nada o le hacen daño a los cultivos. Es fundamental empezar por anotar la relatividad del concepto porque, por ejemplo las moras, las frambuesas o las fresas pueden ser consideradas como tal cuando ponen en peligro un cultivo pero cuando uno las prueba, sólo la terquedad, la arrogancia o la conveniencia, podrían seguir dictando que esas mágicas frutas están asociadas con el mal.

 

Tarta de frambuesas cosechadas por Camila y Yo (arriba) en un almuerzo familiar de domingo (abajo) y como invitada de honor, La Abuela materna de la familia quien me ganó un partido de ajedrez de más de una hora, esa misma tarde




Pero creo que no es suficiente con anotar que la maleza no es mala (o buena) en sí misma sino según el contexto. También creo que se podría afirmar que esta se convirtió en un estorbo cuando la humanidad decidió cultivar, porque imagino que antes, todas estas hierbas y estos arbustos no eran más que una de las múltiples presencias silvestres que vivían armónicamente con toda la naturaleza sin la intervención desmesurada que ahora ejercemos sobre lo que sea un obstáculo para el, mal llamado, desarrollo.

De hecho sería posible que, si las plantas y los animales se pudieran defender más efectivamente contra los humanos, nos declararan maleza y ese podría ser el apocalíptico final de nuestro inconsciente paso por la tierra.

Y hablando de inconsciencia, no queda sino referirse al descaro del Presidente que pretende insultar a la comunidad negra y a la gente en general con una acomodaticia manipulación del lenguaje, nada inocente, al afirmar que en su nuevo gabinete hay dos negros en las carteras de Interior y de Minas; decirle negros a Gómez Méndez y a Acosta es como negar la magnificencia de las frambuesas e insisto en que ello sólo es posible cuando median la terquedad, la arrogancia o la conveniencia y las tres son muy comunes en los politiqueros en reelección que son como el matamalezas químico que sólo aniquila lo que estorba, daña la tierra y logra un resultado eficiente, sin importar si este es consciente con el equilibrio de la vida.


Relatividad de la palabra vejez: La Abuela cortando el pasto de su casa en un tractor.