miércoles, 25 de diciembre de 2013

Gracias, ¡muuchas gracias!

El 28 de diciembre se cumple un año desde que decidí declarar frente a los lectores del naciente blog, que Camila y Yo estábamos decididos a hacer este Viaje de los Sueños. Y lo estamos haciendo, ya vamos a cumplir seis meses de periplo.
Nuestra vida en este momento es lo que nos ocurre acá en Israel y el 31 nuestra vida estará unas horas en Estambul donde vamos a tomar un avión hacia Singapur y allí veremos como sigue el viaje, como sigue la vida.
El viaje en sí mismo tiene vida, es vida; todo lo que hemos aprendido es tan valioso como lo que habíamos aprendido antes.
No dejan de aparecer interrogantes sobre nuestro futuro después del viaje: ¿en dónde vamos a establecernos? ¿en qué vamos a trabajar? ¿vamos a …? ¿etc.?, ¿etc.?, ¿etc.?, pero ni si quiera sabemos cuando va a acabar el viaje así que por ahora vamos a vivir nuestra vida.
Es un placer cuando aparece una voz, cada vez más frecuente, que me dice inequívocamente: "No tienes nada de qué preocuparte" 
Y nuestra vida también es el amor de nuestros amigos y de nuestra adorada familia a quienes les mandamos todos los besos y abrazos que no hemos podido darles en estas fechas por estar físicamente lejos.

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- Dígame Licenciado
- ¡Licenciado!
- Gracias, ¡muuchas gracias!
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Muchos besos y abrazos para quienes han seguido el blog en su primer año.

Haciendo clic en cualquier título podrás ver la entrada que te llame la atención.

Un sueño – diciembre 28  ·  Banda sonora – diciembre 29  ·  Fluir – enero 10  ·  El viaje empezó hace rato – marzo 17  ·  Preguntas sobre la PAZ – mayo 31  ·  Más banda sonora – junio 1  ·  Poco más de un mes para irnos – junio 1  ·  Buscando visa para un sueño – junio 21  ·  No me acostumbro – junio 22  ·  Asombro – julio 4  ·  Italia y filas– 15 de julio  ·  Italia y religión – 15 de julio  ·  Aghione - Córcega – Francia – julio 20  ·  Granja en Córcega – julio 21  ·  Despedida de Córcega – agosto 2  ·  Miel y Lavanda en los Alpes Marítimos de Francia – agosto 2  ·  Maestros – agosto16  ·  Ahoraen Los Jardines de Coursiana de La Romieu – septiembre 7  ·  Maleza – septiembre 14  ·  WWOOF – septiembre 15  ·  Bienvenidos a Israel – octubre 6  ·  Barba – octubre 8  ·  Las cabras en el viento – octubre 13  ·  Angeles – octubre 23  ·  Aprendiendo de todos los animales – octubre 26  ·  Esperanza –noviembre 2  ·  Kfar Navon – noviembre 8  ·  Turismo – noviembre 11  ·  Sabiduría – noviembre 15  ·  Como una cabra – noviembre 26  ·  Janucá - diciembre 1  ·  La carreta de Santiago Amador - diciembre 1  ·  Mar muerto - diciembre 3  ·  Voy a vivir mejor - diciembre 13  ·  Santiago Amador en Kfar Navon - diciembre 23  ·  Un regalo de navidad - diciembre 24  ·  Aceptación - diciembre 24

martes, 24 de diciembre de 2013

Aceptación


Un regalo de navidad

Recibí este regalo y lo quiero compartir.

Ennio Morricone - The Mission from Ann Kim on Vimeo.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Santiago Amador en Kfar Navon

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Todo empezó con una carreta vieja y oxidada que estaba parqueada al lado del pequeño cañaduzal de Kfar Navon. Camila la pintó y muchas ideas empezaron a nacer

Cuando la carreta iba tomando forma surgió la idea de que un caballo la acompañara

 Este fue el primer bosquejo con una tina que estaba tirada debajo de la casa, unas estructuras oxidadas que estaban por ahí, la manguera que funge como cuello y una pieza de madera de los aparejos de la antigua carreta como cabeza



 Las bases de las patas fundidas en concreto 




 La crin estaba empezando a tomar forma

 Tela y malla para soportar el estuco

 Este es el soporte interno de la cola

 Este es el mecanismo interno de soporte del cuello


 Estucando las patas

 El estuco seco y la primera capa de color




 Tierra para el piso


 Un ensayo con matera encima


Santiago Amador con letrero

Mi esposa en la Carreta de Santiago Amador 


Gracias a: 
- la desvergonzada generosidad de Ram Navon 
- la buena onda de Kevin        
- la grandiosidad de Kfar Navon con Fernando Torres, Joy (perros),                           Babels y Gingerit (gatos)

Tiempo: más de un mes 

viernes, 13 de diciembre de 2013

Voy a vivir mejor

Hoy en Colombia va a haber manifestaciones convocadas por el Alcalde de Bogotá que va a ser retirado de su cargo y relegado de la política. La jugada del Procurador es tan abusiva que él y sus aliados están corriendo riesgos que posiblemente no habían calculado, o si, y si salen airosos, será una nueva victoria del Sistema en contra de las personas que no hemos acumulado tanto Poder Sistémico; por cierto somos casi todas.

Hablo del Sistema con mayúscula para hacer una trivialización arbitraria de ese tinglado compuesto por el Estado, la Democracia, la Religión, la Política, los sistemas Monetario y Financiero, el Derecho y quien sabe cuantos otros artificios que lejos de ser la realidad del fenómeno humano, son complejos modelos que cada vez funcionan más en contra de nosotros y parecieran tener vida y mezquindad propias.

Hoy las expresiones populares van a ser las de siempre, con más o menos violencia, las que se toman las calles de ciudades y pueblos de Colombia varias veces por semana, las que usan arengas que ya nos sabemos de memoria: “!Fulano, amigo, el pueblo está contigo¡”, etc., etc., etc. y lo más probable es que el lunes, buena parte de los manifestantes estén en sus actividades sistémicas rutinarias.

Yo estaba pensando que si estuviera en Colombia, habría acudido al llamado del Alcalde y habría estado en la Plaza de Bolívar a las 4 PM porque no sabía que más hacer ante la indignación pero he llegado a la conclusión que esos movimientos contra el Sistema, a pesar de ser una legítima expresión de rabia, tienen pocos resultados de fondo y por el contrario, este Sistema es tan fuerte y lleva tantos años amañándose que luego de las revueltas, terminará fortalecido.

Al aceptar que salir a gritar a la calle no va a servir para nada o peor, servirá para fortalecer al Sistema decidí que voy a vivir de una forma en que este deje de ser alimentado por mis acciones. No lo hago para golpearlo, lo hago porque creo que así voy a vivir mejor y más dignamente.





martes, 3 de diciembre de 2013

Mar Muerto





Camilo, Camila, Ishai, Yoel y Chen
En las termales del Mar Muerto


domingo, 1 de diciembre de 2013

La carreta de Santiago Amador

Esta es una de las actividades que más alegría me causa ahora. Con Camila estamos construyendo un caballo que posiblemente va a terminar siendo un unicornio y además adornamos la carreta que está en la foto.

El animal se va a llamar Santiago Amador y se va a sentir acompañado porque en esta finca hay un perro que se llama Fernando Torres.


Así va la carreta
Este fue el primer boceto de Santiago Amador - Todavía no había estructura
En este video se puede ver la estructura de Santiago Amador

En este momento ya hicimos la estructura del cuello, la cara y la cabeza, estamos construyéndole la cola y pensando en el cuerno y las orejas.

Cuando Santiago Amador esté terminado publicaré una foto.

Janucá

Camila, Ram y Yo (en la cámara) en una noche de Janucá

El viernes por la noche (sabbat) estuvimos en una comida de Janucá con la familia de Ram, este nuevo amigo que, amorosamente, nos ha tenido en su finca desde el comienzo de octubre. Estuvimos con sus dos hijos, su mamá, su hermana, su cuñado, sus tres sobrinos, dos de ellos con sus parejas y con su sobrina nieta. Cualquier descripción de la calurosa acogida que nos dio toda la familia se va a quedar corta porque los abrazos y besos que recibimos a la llegada y a la despedida se sintieron en el alma.

Es evidente que a Camila y a Mí nos gustan los momentos en familia y ni se diga cuando se trata de los desayunos de mi familia o de los almuerzos con la de ella. Está por venir el fin de año y pese a mi presunta iconoclastia, el 24 y el 31 de diciembre voy a sentir la cercanía con todos los que amo en Colombia y seguramente se me saldrán varias lágrimas por la añoranza de dar y recibir esos abrazos y besos que vamos a intercambiar con Camila y con más personas maravillosas que seguirán apareciendo en esta Vuelta al Mundo, en este Viaje de los Sueños.

En la comida estábamos conversando con el menor de los sobrinos de Ram que debe tener algo menos de veinticinco años y estuvo viajando por Sur América al terminar su servicio militar, tal como lo hacen muchos jóvenes israelitas. En ese periplo, él estuvo en Colombia y le encantó, de hecho tenía en su tobillo una pulsera con los colores de nuestra bandera. Hablaba de Colombia y se le iluminaba la cara, se le veía una gran sonrisa que, a mi juicio, no se compadecía de lo que le ocurrió.

Resulta que estuvo unos días en Taganga y una noche, tarde, iba caminando por la playa con un amigo cuando se acercaron varios adolescentes que los encañonaron con armas de fuego y los atracaron. Las pérdidas sólo fueron materiales y ello no fue suficiente para que él dejara de exaltar la belleza de nuestro País, del cual sentí vergüenza al oír la historia.

Ese país en el que lo matan a uno por robarle un celular, por atravesársele a los mafiosos de todas las estirpes, por una pelea de tránsito, por una bala perdida, por “sapo”, por estar “mal parado” o por mala suerte cuando la guerra así lo decide.

Siendo sincero, eso es lo único que me aleja de Colombia. La inconsciencia de los políticos y de quienes detentan el poder económico, que no es patrimonio exclusivo de nuestro País, me resultaría irrelevante si no nos matáramos tanto.

Y al estar con familias hermosas como las que hemos conocido en Israel y como las nuestras y no poder ir a darle un abrazo a mi Mamá porque nos separan más de once mil quinientos kilómetros, creo que entiendo lo que es el amor. El amor es el que me hace querer volver a Colombia para establecernos luego de este viaje y así estar cerca de nuestras familias y poderles dar los besos y los abrazos que nunca serán realidad gracias a la tecnología que es decisiva para estar cerca.

El amor hace que voluntariamente quiera volver a Colombia donde vivo con miedo de morir o de que maten a los que amo.

martes, 26 de noviembre de 2013

Como una cabra

Llevábamos menos de una semana en la anterior granja, la de las cabras, en el Norte de Israel, cuando los dueños nos invitaron a hacerle una visita a un beduino cuya hija se había casado la víspera y ellos no habían podido asistir a la fiesta.

En la camioneta llevábamos una cabra joven como regalo de bodas, ella balaba frenéticamente y sus olores ambientaban el momento en el que me sentía como un niño en el asiento trasero, donde íbamos con Camila y Kathi, acompañando a los adultos a hacer una visita protocolaria. La ocasión no me causaba mayor excitación pero era una oportunidad para salir de la granja.

Al llegar, ya anocheciendo, Amnon saludó y dijo algo en árabe, bajó la cabra del carro y se la entregó al muchacho que estaba atendiendo a otras de su misma especie. Este la recibió con una sonrisa generosa, la tomó por la oreja y la dejó en un corral con sus nuevas compañeras.

Nos acercamos a una construcción que más que una casa parecía una carpa con unos muros bajitos. Afuera de lo que se veía como una sala, había varios asientos como de escuela, donde nos sentamos en compañía del beduino. Él sólo hablaba árabe y algo de hebreo y por ello intercambiábamos señas y gestos para saludar y agradecer la hospitalidad que sólo estaba empezando.

Amnon y Daliah conversaban con él en árabe y nosotros hablábamos en inglés con Kathi, la alemana que también era voluntaria. Luego, el anfitrión entró a la sala y sacó, en una mano, una jarra que sujetaba por un mango recto de madera que estaba incrustado en la parte alta de esta y en la otra, un pocillo con el asa rota. Sirvió un chorrito para Amnon quien luego de batirlo un poco se lo tomó de un tirón. Luego pasó donde Daliah y mientras tanto, olvidando que los musulmanes no beben, yo pregunté si era alcohol para abstenerme en caso afirmativo y Amnon movió su cabeza de un lado a otro en señal de negación, con cierta cara de obviedad.

El pocillo pasó por todos con la imponente figura del beduino que, con sus más de 1.90 metros de estatura, parecía revisando que uno se tomara la ración. Era un sorbo de café muy concentrado que había sido preparado en el mismo recipiente por muchos años. Amnon nos explicó que la jarra nunca se lava desde que la pareja se forma; fue muy bonito tomar un café que lleva historia en su olor, en su color y en su sabor y que se apodera por un rato de buena parte de los sentidos.

En ese momento empecé a sentir cierta inquietud porque definitivamente el ambiente y la situación eran novedosos para mí pero no me imaginaba que esta experiencia se iba a convertir en uno de los momentos más intensos del viaje y en un recuerdo que difícilmente se borrará de mi memoria.

De hecho, el ambiente empezó a enrarecerse y pude percibir que algo similar a un acto violento estaba por ocurrir. Posiblemente por mi procedencia, en esas situaciones temo que la animosidad vaya en mi contra o de los que amo (Camila) y por ello sentí cierto miedo.

Volvimos a conversar y fuimos interrumpidos por los gritos y lloriqueos desesperados de una cabra adulta que venía jalada de la oreja por el mismo muchacho que recibió la de regalo. La acercaron a la puerta de la cocina que quedaba en la misma plancha de concreto donde estábamos pero a unos diez metros y entre los dos, el beduino y su hijo, acostaron hábilmente al animal para que el jefe de la familia, con un afilado cuchillo cortara el cuello y así dejáramos de escuchar la alharaca.

Mis cuatro acompañantes no quisieron ver lo que estaba ocurriendo y Daliah advirtió que esto nunca les había pasado y posiblemente era, en parte, en honor a nosotros, los extranjeros que estábamos visitando su lugar.

Yo empecé a observar la manera como el beduino hacía su trabajo. Luego de dejar escurrir una buena cantidad de sangre por la arteria del cuello, el ayudante trajo una vasija de agua y limpiaron el piso aunque en el concreto quedó la mancha rojiza que denunciaba la reciente muerte.

Sin cavilar, el beduino cortó las cuatro patas por debajo de las rodillas y, una por una, las tiró a los perros que ya no se veían porque la noche había llegado y con ella empezaron a aparecer carros con los demás hijos y la esposa del beduino, quienes traían bolsas de mercado. Todos ellos se dispusieron a colaborar en la tarea de arreglar la carne y la cena.

Con una luz que venía de un bombillo sin caperuza y que funcionaba gracias a un generador que sonaba no muy lejos, el beduino colgó el cadáver luego de haberle desgarrado por completo la cabeza y haberla lanzado con mucha puntería, cerca de un perro bóxer que se encontraba amarrado, ladrando sin cesar hasta que recibió este manjar.

Poco a poco empezó a despegar la piel y el cuerpo quedaba como en una piyama de color blancuzco. Con maestría y con muy poca ayuda de sus demás hijos, nuestro anfitrión terminó de quitar la piel y con señas me dio a entender que esta sería usada para enfrentar el frio del invierno.

Con la piel desmembrada totalmente, vi como el beduino hizo un corte horizontal poco profundo en la parte baja del abdomen y, con cuidado, abrió una brecha para que cayera todo el aparato digestivo al piso. En ese momento los perros se abalanzaron y en unos segundos habían arrastrado todas las vísceras para devorarlas en la oscuridad.

Con señas y gestos, el avezado carnicero y yo nos comunicábamos, por ejemplo, para darme a entender que lo que tenía en la mano eran los pulmones. Más adelante, me explicó que lo que me estaba mostrando era el corazón y posteriormente, sobre su mano, lo cortó en dos como en un laboratorio de biología, me lo mostró y lo tiró a los perros que comían con la misma voracidad que al comienzo del festín.

Cuando ya estaba listo el trabajo de retirar los órganos internos, con agua empezó a lavar lo que seguía colgado del gancho y finalmente cortó las partes que comeríamos, incluyendo el costillar que entregó dividido en dos, al cocinero, otro de sus hijos. Este ya tenía listas las brasas y empezó el olor a carne rostizada que hizo que me diera más hambre, pese a la crudeza de la situación.

Mis compañeros de aventura decían que no estaban seguros si iban a comer la carne pero luego nos llamaron a manteles y nos sentamos en el piso de la sala, sin zapatos. Los hijos del anfitrión empezaron a traer platos con humus, vegetales y pitas y finalmente llegó la carne.

Todos probamos el humus con pita y los vegetales y, como quienes no quieren la cosa, empezamos a comer la carne con las manos ya que venía cortada en pedazos pequeños y en costillas individuales. Las bandejas fueron remplazadas frecuentemente ya que no tardaban en quedar vacías porque el sabor era simplemente sublime.


Comimos hasta la saciedad y luego, posiblemente después de haber disfrutado de la misma comida en otra habitación, los tres hijos, la hija y la esposa de nuestro personaje, se unieron a la visita en la que hablaban principalmente los dos hombres mayores: Amnon y el beduino. Luego de una hora larga se acabo la conversa para despedirnos con gran gratitud por la impecable atención y por haber comido una deliciosa carne, que para mí ha sido la más rica que he probado en toda mi vida.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Sabiduría


lunes, 11 de noviembre de 2013

Turismo

Cuando estamos descansando del trabajo en las granjas, cada vez hacemos menos “turismo tradicional”, por ponerle un nombre a visitar monumentos, lugares históricos y museos, montar en buses de dos pisos con audífonos y esas cosas. Nunca hemos caído en lo de perseguir a un guía que ondea una banderita y que pareciera satisfacer cierto morboso instinto pastoril, aunque en la Ciudad Antigua de Jerusalén hicimos un pequeño tour guiado.

No me cabe duda que me gustó más pasar un rato largo caminando por el mercado popular de esa ciudad http://en.wikipedia.org/wiki/Mahane_Yehuda_Market , que hacer la fila y pagar por entrar a la Basílica de San Pedro en el Vaticano, por ejemplo.




Es muy chévere ir de noche a ese mercado porque hay una zona donde están abiertos varios restaurantes, cafés y bares que además de atender la jornada diurna mezclados con el agite de la plaza, también atienden hasta altas horas con muy buena comida, trago y música.


    
Es así como un momento memorable de este viaje fue al comienzo de octubre, cuando salimos del hotel en Estambul y nos encontramos con los vendedores ambulantes que ofrecían jugo de granada y castañas asadas. Hasta ese momento mi referencia más cercana de la granada era la de oro que está en el escudo de Colombia y que recuerda su antiguo nombre, Nueva Granada. Por su parte, pocas semanas antes habíamos comido castañas en hojuelas en los Alpes Marítimos de Francia, con Philippe, en una inolvidable sopa endulzada con miel y saborizada con carob, un sustituto del chocolate que sale del fruto del algarrobo.

Ante tanta delicia, no perdonamos la ración de media mañana mientras estuvimos en la antigua Constantinopla. Compartíamos un paquetico de castañas con sendos vasos de jugo y sin reparos, repetíamos jugo por la tarde.

 


Además de otros maravillosos dulces y espumados de chocolate, en Hafiz Mustafá 1864 de Estambul nos deleitamos con el mejor Knafe, un postre sublime que hemos seguido comiendo en Israel pero el de allí se lleva todos los premios http://www.tripadvisor.com/LocationPhotoDirectLink-g293974-d1749881-i66042583-Hafiz_Mustafa_1864-Istanbul.html

Ahora bien, debo ser sincero, el museo de Louvre lo ojeé rápidamente porque estaba pensando en el almuerzo; en Paris es difícil encontrar un restaurante malo. Además, ver tantas piezas de todas partes del mundo que no se bien cómo se las apropiaron los franceses y presenciar la opulencia insultante de los apartamentos de Napoleón, me generó cierta molestia que preferí evadir con buena comida.

Por cierto, he llegado a la conclusión de que buena parte de los atractivos turísticos son recuerdos de las guerras, de la violencia, de la inconsciencia y de las “traquetadas” de los mandamás religiosos, políticos o económicos, así como la Hacienda Nápoles, convertida en parque temático y que era la insigne propiedad de uno de los lamentables y recientes reyes de Colombia quien ahora es remembrado como el principal protagonista del narcoturismo que tanto indigna a muchos de mis compatriotas.

Prefiero parar porque me desboco y para no meterme en terrenos minados seguiré por las rutas de los sabores, de los olores, de las texturas, de las costumbres, de los transeúntes, de los locales y de cosas que, felizmente, me dejan un mejor recuerdo en la boca y en el alma.