He
llegado a la conclusión de que las coincidencias no existen. El pueblo donde
estamos se llama Guillaumes que, en un dialecto local, traduce algo muy
parecido a Guillermo, el nombre de mi Papá y de uno de mis hermanos. Dos
hombres tan maravillosos como complejos.
Con
ellos dos he aprendido mucho. Con mi hermano aprendí a jugar, me acompañó en mis
primeras notas como cantante, mi niñez fue un constante compartir con él. Me
acuerdo de los ataques de risa, gracias a mi rolliza coordinación, cuando me
enseñaba a jugar tenis, squash o cualquier otra cosa. También en la
adolescencia nos acompañábamos de otra manera y nuestra relación era cercana
sin que necesariamente nos expresáramos el amor que mutuamente sentíamos y que
no ha dejado de existir pese a la distancia que la adultez impone en algunas
historias. En fin, él ha sido mi maestro en diversos momentos.
Con
mi Papá disfrutaba escuchándole sus largas historias de tiempo atrás, cuando
vivía en fincas y cuando era un ejecutivo en Manizales. Hablar con él de
política era uno de mis pasatiempos favoritos. Me encantaba ser su ayudante en
temas de mecánica y de arreglos en la casa y con los carros y gracias a ello
desarrollé una facilidad evidente para ciertas tareas que son muy útiles a la
hora de trabajar en el campo, tal como ahora lo estamos disfrutando con Camila.
Mi
Papá fue un maestro para mí y lo recuerdo frecuentemente porque a veces me doy
cuenta que muchos de mis actuales comportamientos se los debo a él.
He
tenido que llegar a cierto concepto sobre los maestros y sobre los iluminados
porque en mi sistema no funcionan esos seres extrahumanos que se les llama
Maestro y que tienen seguidores y hasta organizaciones. He llegado a la
conclusión que ellos, en muchos casos, poseen más calidades políticas que
espirituales o universales.
Creo
que todos tenemos la posibilidad de ser maestros o iluminados porque en un
mismo día, sin proponérnoslo, podemos iluminar a alguien y alguien puede ser
nuestro maestro y no necesariamente porque puso un tono sepulcral salido de una
boca rodeada de una barba blanca; incluso alguien que nos hace daño o que se
comporta reprochablemente puede ser nuestro maestro.
Ahora
bien, llevamos dos semanas en la finca de Philippe y los aprendizajes han sido
muy variados. Por ejemplo estuvimos con Camila acompañándolo a quitar un
enjambre de abejas que estorbaba en el alar de una casa cerca de la finca. Era
alucinante estar con el traje especial para estas lides, rodeado de abejas y
verlo trabajar en esa labor que demanda paciencia, conocimiento y, a su estilo,
sabiduría.
De
vez en cuando me pedía que lo ayudara en algo menor y con mucha valentía, desde
mi citadina visión, me quité los guantes dos o tres veces porque lo que me
pedía así lo demandaba. Su tarea consistía en ir despegando los paneles de cera
que componían el panal e irlos acomodando en los marcos de madera que van entre
las cajas que fungen como colmena. Había azar en esa labor porque si la Reina
no entraba en la caja, todo el trabajo se perdía y la colmena habría muerto. El
resultado fue favorable pero si no hubiera sido así creo que hizo lo mejor
posible, cuidando a las abejas y a sus crías.
Al
terminar comimos el polen que estaba almacenado en los paneles de cera y hasta probé una larva de abeja. Es como
comerse una abeja chiquita pero dulce, blanca y babosa. Una comida completa con
mucha azúcar y algo de proteína.
También
hemos cortado lavanda en campos silvestres y en lugares cultivados. El arbusto
se corta con una hoz en la mano diestra y se recoge con la otra. Varias veces
he cortado mis dedos pero nada grave. Hay veces que toca caminar más de una
hora de subida en las montañas para cortar y de bajada es preciso llevar las
flores en cajas que llevamos en la espalda con un sistema que hace reposar
parte del peso en la cabeza, gracias a una especie de balaca que va atada a la
carga.
Fotos de Caity Bolton
La
lavanda se usa para hacer diferentes productos como ramos, aguas y el más valioso
es el aceite esencial que se procesa en un alambique muy antiguo que está en el
pueblo.
Hace
poco estuvimos cosechando miel y aunque recibí una picada, la mayor parte del
tiempo estuve sin guantes. La labor consiste en ir retirando los marcos de las
colmenas. Es necesario quitar las abejas sacudiendo la estructura o
barriéndolas suavemente con una escobita. Finalmente se llevan las cajas a la
mielera y allí se revisa que las celdas estén destapadas y en caso contrario se
remueve la cera para luego meterlos en una centrífuga que extrae la miel y
luego de filtrarse sale el producto del trabajo de las abejas en asocio con
Philippe: una miel con un sabor maravilloso y ni se diga de la que se cosecha
de colmenares que están cerca de campos de lavanda.
Trabajar
con Philippe o cumplir con uno de sus encargos, como construir un tendedero o
procesar la miel, me hace caer en cuenta que mi Papá, mi Hermano y tantas otras
personas han sido mis maestros. Él también me ha enseñado mucho, con paciencia
y buena onda. Este viaje me deja cada vez más aprendizajes para toda la vida.
Fotos de Caity Bolton
Termino
esta entrada recordando todo mi amor y respeto a Guillermo y a Guillermo desde
Guillermo.