jueves, 30 de septiembre de 2021

Con César Gaviria no, pero con Cristo si

No puedo dejar de leer lo que dicen los políticos y hoy me divertí con este nuevo capítulo de la telenovela que le hizo competencia a las peleítas de brabucones adolescentes entre Pastrana, Uribe, Santos, Duque y Samper, nuestros líderes políticos de los últimos 27 años.


El capítulo que menciono es el de Fajardo poniéndole un veto a César Gaviria, otro más de los del club que mencioné arriba, aunque es más antiguo como expresidente. César a veces les gruñe y en otras ocasiones hace alianzas con ellos, según sea lo más conveniente para su ego, para Simón y para sus boyantes negocios como el de gas, el inmobiliario o para su pasatiempo y también negocio, el arte.


La bola negra de Fajardo a César Gaviria es llamativa porque tiene dentro de su Coalición de la Esperanza a Juan Fernando Cristo. La Silla Vacía hace una semblanza crítica de este político profesional acá: https://www.lasillavacia.com/historias/silla-nacional/el-anti-cristo/. Cristo empezó su carrera como secretario privado de Samper, quien fuera ministro de Gaviria por allá al comienzo de los años noventa. Luego, en 1998 se hizo elegir senador, como heredero de su asesinado padre y posteriormente le entregó ese derecho adquirido familiar a su hermano Andrés, para dedicarse a gestionar la política desde el Ministerio del Interior del gobierno Santos.


Sin miedo a equivocarme, puedo afirmar que Cristo, en los últimos treinta años, ha trabajado con César Gaviria, ha hecho alianzas con él y con muchos otros políticos y actores que poco conocen de ética, legalidad y democracia y mucho de negocios, delitos y conveniencia. Un ejemplo de estos últimos es la papita criolla de Ramiro Suárez Corzo.


Con todo esto en mente, se me despierta la desconfianza con respecto al moralismo de Fajardo y de su coalición, cuando tienen en sus filas a un político tradicional, por decir lo menos, como Cristo. Por cierto, también está ahí Humberto de la Calle quien me inspira respeto y admiración debido a su liderazgo en el proceso de La Habana, pero tampoco podemos olvidar que él ha sido cercano a César Gaviria y en sus labores como ministro, por solo poner un ejemplo, ha tenido que actuar bajo la lógica de eso que llaman política tradicional, con puestos, contratos y conversaciones que no se podrían tener en público porque fácilmente serían la prueba de un delito.


Si Fajardo y sus aliados quieren venderse como faros éticos tendrán que empezar por aceptar el pasado y las prácticas en que han incurrido ellos mismos, incluyéndolo a él como gobernador y alcalde. Tendrán que pedir perdón y prometer que en adelante no incurrirán en los desafueros propios de la política. Ponerle un veto a César Gaviria porque supuestamente es de la política rancia, no es coherente con las calidades de quienes integran esa coalición. Parece más una animadversión personal o alguna razón estratégica que alguien como yo, no tiene por qué saber.


La otra opción es aceptar que nadie en la política ostenta un carácter ético tan admirable como el que fantasea Fajardo y que la búsqueda de la coherencia absoluta es una fuente de deformidad y de parálisis. No se trata de ser como Vargas Lleras con sus alianzas con sicópatas, pero si de optar por una ética que le permita al Centro ser una opción para el 2022.


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