Las fuerzas militares siempre aprovechan esta fecha para hacer grandes celebraciones.
En esta ocasión las redujeron pero siguieron celebrando. No hay nada que celebrar, es un momento apto para el silencio, para la introspección, para pedir perdón por los abusos que no hemos parado de replicar desde que expulsamos a la Corona española.
Esos fogonazos de aviones de guerra, alterando la tranquilidad pandémica, me resultan afrentosos. No dejan de ser atractivos para los niños y para los niños que hay en los adultos, pero su significación es inoportuna en este momento en el que las fuerzas militares se caracterizan por la podredumbre que no es sólo la de unas naranjas, como dicen, con cara de indignación, los que hoy celebran.
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