miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA HUBRIS, UN OBSTÁCULO PARA LA VIDA BUENA

Universidad Javeriana
Trabajo Final presentado por Camilo Isaza Herrera,
al profesor Miguel Ángel Pérez Jiménez,
como requisito parcial para aprobar el Seminario “Ética Emocional”


Para cerrar mi participación en el Seminario Ética Emocional basado en el libro de Robert C. Solomon, del mismo título, presento este trabajo en el que propondré la práctica de la aceptación de la vida tal cual es aunada a la responsabilidad por la propia vida, como las claves decisivas para buscar la integridad emocional y de esta manera, aspirar a la felicidad y a la vida buena.

Aceptación

Hacia el final de su libro Ética Emocional, Solomon trae a cuento a Camus, quien refiriéndose a la labor de hacer “rodar la roca montaña arriba con gran dificultad, para verla caer luego hacia su origen” “asegura que podemos considerar feliz al Sísifo toda vez que acepta con entusiasmo esta inútil tarea y se entrega de lleno a ella” (Solomon, 2007, p. 361)
El relato del Sísifo es confuso si se quiere significar el concepto de aceptación porque podría estársele confundiendo con el de resignación. En ella lo preponderante es la ausencia de interés por mejorar o por asumir una responsabilidad pese a que maquinalmente se continúe soportando cierta carga irracional. Por esta razón, resulta más reveladora una conversación entre Odiseo y Calipso en la que este se niega a los ofrecimientos de inmortalidad de aquella (Cfr. Nussbaum, 2005, p. 647), así:
“Venerable diosa, no te enfades conmigo, que sé muy bien cuánto te es inferior la discreta Penélope en figura y estatura al verla de frente, pues ella es mortal y tú inmortal sin vejez. Pero aun así quiero y deseo todos los días marcharme a mi casa y ver el día del regreso. Si alguno de los dioses me maltratara en el ponto rojo como el vino, lo soportaré en mi pecho con ánimo paciente; pues ya soporté muy mucho sufriendo en el mar y en la guerra. Que venga esto después de aquello” (Odisea de Homero, como se citó en Nussbaum, 2005, p. 647 y 648)
En las palabras de Odiseo es evidente que la vida humana es la que él como mortal prefiere, una vida riesgosa, con dificultades y con la “certeza de la muerte” (Nussbaum, 2005, 648). Odiseo opta por “el paquete humano completo: una vida mortal, un viaje peligroso, una mujer mortal e imperfecta que envejece” (Nussbaum, 2005, 648).
Sobre lo anterior, vale anotar que Odiseo es un héroe literario y su hazaña consiste en escoger ser humano, vivir una vida en los términos de los humanos. En la literatura es necesario que haya este tipo de heroísmos para que los lectores nos interesemos por sus relatos. En la vida común y corriente de un ser humano como quien escribe o como quien lee este trabajo, también resulta fundamental querer ser un humano ordinario, sin aspirar a atributos fantasiosos como la inmortalidad o la ausencia de límites físicos.
En este mismo sentido, no es necesario protagonizar una novela para lograr cierto heroísmo sublime en una vida ordinaria. Es heroico asumir con aceptación la muerte, la enfermedad, la debilidad, los embates de la niñez y de la vejez, la inestabilidad, el trabajo duro, la belleza humana sin retoques, la ignorancia, las limitaciones y la certeza de que el final de cualquier amor estará marcado por el dolor o por el duelo. (Cfr. Nussbaum 2005, p. 658)
Ahora bien, lo anterior no pretende ser una apología a las dificultades o al sufrimiento, tampoco pretendo entronizar “la lucha en sí misma como un fin” (Nussbaum 2005, p. 669). Lo que es de alabar son los resultados a los que llegamos los humanos cuando logramos sortear con la condición humana.
Siguiendo esta línea, encuentro que una forma de llegar a aceptar la vida tal cual es, se deriva de aceptar lo que no puedo cambiar, asumir la responsabilidad de cambiar lo que es susceptible de modificarse y, por último, pero no menos importante, reconocer la diferencia entre lo primero y lo segundo.[1]
En este orden, coincido con que una “vida feliz con integridad emocional no es una vida sin conflictos, sino una vida en la que gestionamos sabiamente nuestros conflictos emocionales en conjunción con nuestros valores más profundos” (Solomon, 2007, p. 363). Vale agregar que no solo resulta fundamental gestionar los conflictos emocionales sino todo lo que representa la vida en términos humanos, que no son poco retadores.

Responsabilidad

Partiendo de lo anterior, es necesario ahondar en lo que tiene que ver con lo que es susceptible de cambiarse. Los seres humanos tenemos la responsabilidad de procurarnos una buena vida. “Somos esencialmente agentes y tenemos responsabilidades” (Solomon, 2007 p. 273) ineludibles, así nuestras excusas nos sugieran frecuentemente que no nos corresponde o no está en nuestras manos.
La sabiduría debe cultivarse para discernir sobre lo que realmente no depende de nosotros y si ello es así, aceptarlo con la profunda convicción de que es tal por explicaciones que no necesariamente tenemos que comprender. No es una cuestión de fe, es simplemente obrar con la suficiente humildad para saber que los límites humanos son una realidad y en especial los límites de cada vida humana particular. [2]
Ahora es crucial plantear que ante la imposibilidad de comprender todas las preguntas que la vida depara, el agradecimiento y la humildad como práctica espiritual, como protocolo de respuesta automática, se posicionan como el mejor aliado para lidiar con lo incomprensible y para no caer en la ansiedad y en el desasosiego. (Cfr. Solomon, 2007, p. 365)
En este sentido resulta iluminador el concepto de hubris, traído a colación por Nussbaum para explicar los excesos en los que podemos incurrir al no aceptar la humanidad particular de cada individuo y pretender tener características divinas.
“Hay un tipo de lucha que es apropiado para una vida humana; y hay un tipo de lucha que pretende alejarse de esa vida y aspirar a otra. Esto es la hubris: el hecho de no comprender qué clase de vida le ha tocado realmente a uno, de no vivir dentro de los propios límites (que son también posibilidades), de no tener, siendo mortal, pensamientos mortales.” (Nussbaum, 2005, p. 675)
Acierta Nussbaum al detectar posibilidades en los límites humanos. Para los dioses o para los súper héroes, los límites son inexistentes y por ende su vida es aburrida, no pueden tomar la vida en sus propias manos; ya sus condiciones y su futuro están definidos. Para nosotros los humanos, los límites representan la posibilidad de explorar en busca de una buena vida, de la felicidad.
Ahora resulta crítico investigar sobre la manera en que se debe asumir la responsabilidad de comprendernos como seres humanos y no como aspirantes a dioses. Es necesario ampliar nuestro léxico afectivo para comprender nuestro mundo emocional, acudir a los relatos, a las experiencias de otros, a la propia, rescatar las conversaciones donde se reflexiona sobre las emociones.
“Así, la realidad humana – que es yo – asume su propio ser comprendiéndolo. Esta comprensión es la mía. Soy pues un hombre que comprende más o menos oscuramente su realidad de hombre, lo que significa que me hago hombre comprendiéndome como tal.” (Sartre, 1973,  p.24)
De lo anterior es forzoso concluir que la mencionada oscuridad a la que se refiere Sartre, debe ser superada a través de la interacción con otros. Mi concepción sobre mí mismo y sobre mi propia emocionalidad es solo una opinión entre muchas, que terminan constituyendo mi yo. En palabras de Solomon, “la idea de que las emociones son estratégicas sugiere que la perspectiva en la que más aprendemos sobre las emociones es la segunda persona, en la interacción y el intercambio personales.” (Solomon, 2007, p. 43)
De igual manera, se debe aceptar que, en buena parte de las experiencias emocionales, el resultado es uno y no otro mejor, porque desconozco información o contextos decisivos que, de haber sido tenidos en cuenta, podrían haber marcado un mejor desenlace de esta (Cfr. Solomon, 2007, p. 223). Hay diversas formas de indagación y diversas formas de conocer lo que es necesario para crear mejores experiencias emocionales; como sujeto emocional puedo cultivar y crear una emocionalidad sana y satisfactoria.
Exponernos a los relatos y a las experiencias de otros puede ser una gran fuente de aprendizaje emocional. “Conocer y comprender nuestras emociones en teoría puede suponer un paso importante para la vida buena y sabia” (Cfr. Solomon, 2007, p. 233)
Ahora se comprende por qué Nussbaum insiste en que “en una filosofía completamente humana, las emociones y sus cómplices, los relatos, no solo se admitirían, sino que serían necesarios.” (Nussbaum, 2005, p. 689)

Conclusiones

No queda otro camino pues, que rechazar por “incoherente” “la aspiración a dejar atrás del todo las condiciones constitutivas de nuestra humanidad y pretender alcanzar una vida que en realidad es la vida de otra clase de ser como si fuera una vida más elevada y mejor para nosotros.” (Nussbaum, 2005, p. 672). La mejor vida para un ser humano es la que tiene todos los atributos de la vida humana.
En definitiva, la excelencia, la valentía, la moderación, la compasión y la preocupación por el futuro, son maravillas de la vida humana. Estos son resultados encomiables derivados de tomar decisiones acertadas. Su búsqueda debe evitar incurrir en la hubris porque esta solo puede ser una fuente inagotable de frustración, sufrimiento y dolor.
Para terminar, basta afirmar que la concepción de vida buena de cada ser humano es dinámica. Siempre habrá un cuestionamiento sobre este particular que es posible eludir a través de la negación y la evitación. La vida buena y la felicidad no son respuestas, son preguntas abiertas a las que se responde de diversas maneras con el pasar del tiempo. Es central para un ser humano que, en cada momento de su vida, sus acciones, sus pensamientos y sus emociones se encuentren alineadas con sus valores y creencias más preciados. En la coherencia y en la consistencia se puede hallar buena parte de la vida buena, puede estar la posibilidad de terminar todos los días con un sueño tranquilo (Cfr. Solomon, 2007, p. 363).
Adicionando a lo anterior, dejo claro que no se trata de seguir un estatuto rígido para lograr la felicidad. Emulando a Solomon: “Quiero dar cabida a concepciones tan <<perversas>> de la vida buena que contrastan tanto con la moralidad ordinaria y el <<ser una buena persona>> como con la vida de mera satisfacción.” (Solomon, 2007, p. 358)   

Bibliografía

Solomon, Robert C., Ética Emocional, traducción de Pablo Hermida, Paidós, Barcelona, 2007.

Nussbaum, Martha C., El conocimiento del amorEnsayos sobre filosofía y literatura, Traducción de Rocío Orsi Portalo y Juan María Inarejos Ortiz, 15. La Humanidad Trascendente, Mínimo Tránsito A. Machado Libros, Madrid, 2005.

Sartre, Jean-Paul, Bosquejo de una teoría de las emociones, Traducción de Mónica Acheroff, Madrid, 1973.


[1] Este razonamiento es derivado de la “Oración de la Serenidad” de Reinhold Niebuhr. (Wrigth City, 1892-Stockbridge, 1971) Teólogo estadounidense. Ordenado ministro de la Iglesia evangélica, fue pastor en Detroit hasta 1928 y después enseñó en el seminario teológico de Nueva York (1930-1960). Demostró la unión entre el liberalismo político y la teología bíblica. Este es el texto de la oración:

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; pidiendo, como lo hizo Dios, en este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida e increíblemente feliz Contigo en la siguiente. Amen.”
Esta oración es rezada en las comunidades y en los grupos de 12 pasos que alrededor del mundo, todos los días, enfrentan la enfermedad de la adicción a diversas sustancias y comportamientos.
[2] Puede resultar útil el siguiente razonamiento para profundizar en la responsabilidad: “<<El ente cuyo análisis es nuestro problema somos nosotros mismos – escribe Heidegger -. El se de este ente es mío>>. Ahora bien, no resulta indiferente que esta realidad humana sea yo porque, precisamente para la realidad humana, existir es siempre asumir su ser; es decir, ser responsable de él en vez de recibirlo desde fuera como lo hace una piedra.” (Sartre, 1973, p.23)

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