miércoles, 22 de marzo de 2023

La política es fea

 



Se afirma que la política es bella porque es “el arte” de servir a través de la gestión pública. En formulaciones teóricas o legales, parece hermosa. Basta consultar el preámbulo de la Constitución Política. No cabe duda de que al leerlo se despierta, por un segundo, la esperanza. Quisiéramos vivir en ese Estado, pero los hechos son diferentes a tal ensueño prometido.
Quienes hacen política y quieren manipular al Pueblo hablan en estos términos sublimes y así logran el favor de sus electores, para luego dedicarse a ejecutar acciones más o menos macabras. La política es la guerra sin armas. Es una dimensión estratégica en la que se disputa el Poder, tal como en la guerra.
En mis pasos por la política, la que se hace en oficinas, restaurantes, fincas…, he escuchado conversaciones como una que pude presenciar porque estaba en el escritorio contiguo, en la que un empleado del Congreso le decía, en 2006, a un candidato a Representante a la Cámara, que podían enviar la correspondencia de su campaña a través del servicio postal al que tienen derecho los congresistas. Nunca supe si el candidato accedió a ese ofrecimiento, pero puedo asegurar que él no se negó ni hizo saber que ello era un delito. Este es un ejemplo minúsculo de la porquería que se tramita en las conversaciones políticas.
Seguramente saldrán los mockusianos y fajardistas a decir que ellos no tramitan inmoralidades en sus despachos, en sus almuerzos y en sus cenas, pero les puedo asegurar que para manejar una ciudad como Bogotá o Medellín y un departamento como Antioquia, Mockus, Fajardo o sus delegados, posiblemente sin que los jefes hubieran dado la orden, debieron tener conversaciones que no serían capaces de defender delante de sus hijos.
Ahora bien, vale decir que en la fealdad hay grados y es incontrovertible que el grado de mezquindad de Yahir Acuña o Iván Moreno están muy alejados del de Claudia López o Gustavo Petro, que son personas que saben moverse en la política y por ende, en la fealdad. Tienen que hacer cosas desdeñables para poder seguir adelante con sus aspiraciones grandilocuentes.
Ahora bien, en Barichara no es diferente. También hay grados de fealdad y para las elecciones de octubre será preciso elegir lo que se parezca menos a Acuña y a Moreno. Los discursos moralistas solo servirán para vender un delirio que no será alcanzable y por eso será mejor escoger a alguien que sepa moverse en la fealdad y que no solo quiera fincas y toyotas para sí mismo. El pensador Turbay del siglo pasado, podría tener razón: “la corrupción en sus justas proporciones”, ¡qué asco¡.



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