martes, 1 de abril de 2014

Perdón Natalia

El mes pasado, en Maui, en medio de cierto ritual solitario que aprendí de los hawaianos, le pedí perdón con todo lo que tengo a las mujeres, a mi Mamá, a mi Esposa, a mis hermanas, a mis amigas, a todas las mujeres y, sin saberlo, le estaba pidiendo perdón a Natalia Ponce de León.

Cuando me enteré de lo sucedido la semana pasada empecé a registrar las reacciones, los chismes, las iniciativas solidarias y la rabia colectiva. También entendí que la indignación y lo execrable de este crimen han causado deseos de violencia contra los directamente responsables pero en vez de clamar castigos medievales u ofender a los victimarios, empecé a preguntarme sobre mi responsabilidad en este horroroso delito.

Inmediatamente llegó una parte de mi Sistema que me decía que estaba loco, que yo no tenía nada que ver con lo ocurrido y ello es cierto desde el punto de vista jurídico pero los cerca de seiscientos casos de ataques con ácido contra mujeres, que se han denunciado en Colombia en los últimos diez años son, desde mi punto de vista, culpa de todas las colombianas y todos los colombianos. Yo soy uno de ellos y pido perdón con toda la humildad que me sea concedida.

Y para ir más lejos, la aborrecible violencia contra las mujeres en nuestra sexagenaria guerra colombiana, las horrendas violaciones y atentados contra mujeres en India, el trato cosificante que le dan los musulmanes a sus mujeres y quien sabe cuantas más agresiones en contra de ellas al rededor del Mundo, son causados por acciones, omisiones o tolerancias cómplices de toda la humanidad y cada cual puede asumir su responsabilidad para, además de pedir perdón, actuar y crear un mundo en el que las mujeres y los hombres podamos vivir amorosamente en compañía de los animales, de las plantas, de las piedras y de todo lo que nos rodea.

Mi aporte seguirá siendo hacer y crear consciencia sobre la magnificencia de las mujeres ... y de los hombres, y agradecerles a ellas ... y a ellos, por todo lo que tengo sin olvidar que la cacareada igualdad ante la ley entre hombres y mujeres es evidente e incontrovertible pero ello no me desenfoca de creer que entre hembras y machos hay diferencias que de ser desdibujadas como se hace frecuentemente, se están alterando gravemente los designios de la naturaleza.

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