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Para darle vueltas
miércoles, 22 de marzo de 2023
La política es fea
miércoles, 15 de marzo de 2023
¡Si ven este Renault 4 verde, HUYAN!
miércoles, 30 de noviembre de 2022
La mejor foto que he tomado en toda mi vida
La foto fue tomada en una de las entradas laterales de la Plaza de Mercado.
miércoles, 16 de noviembre de 2022
domingo, 13 de noviembre de 2022
Desgobierno en el parqueo en las vías de Barichara
Peatones, motos, carros, motocarros, chivas, camiones y bicicletas buscamos pasar por un parque en el que se arman dobles y hasta triples filas de parqueo a lado y lado de la vía.
Si se aplicaran unas normas mínimas de tránsito, la situación sería diferente:
1. Parquear solo a un lado de la vía (sería necesario señalizar con prohibido parquear a un lado de la calle)
2. Parquear a más de 5 metros de las intersecciones (se podría señalizar en el andén las zonas de 5 metros)
El alcalde está facultado para intervenir en este tema, según las siguientes normas
Probar con estas dos acciones sería un mínimo comienzo para gestionar este problema que va en ascenso ante la inactividad de las autoridades.
Ahora bien, para las épocas pico de turismo, sería plausible explorar la suscripción de un convenio interadministrativo con el municipio de San Gil que cuenta con Policía de Tránsito, para que en esos momentos álgidos, tengamos alguna autoridad de tránsito y no se convierta en un suplicio salir por las calles de Barichara cuando el pueblo está más lleno de visitantes.
martes, 20 de septiembre de 2022
Mi posición (trivializada), quinta versión
Después de la emigración de mi familia original desde una ciudad intermedia del Viejo Caldas, nací en la ciudad capital de mi país y he vivido casi toda mi vida allí, aunque ahora vivo en un municipio pequeño y gentrificado. Al nacer, la situación económica de mi familia era retadora pero no me acuerdo de ello; mis recuerdos son de suficiencia y hasta de opulencia. En Bogotá viví en estratos 5 y 6 de las localidades de Usaquén y Chapinero. Asistí a un colegio privado, estudié en dos de las mejores universidades privadas de Colombia hasta conseguir dos posgrados, uno de ellos como magíster. Soy latino, no soy gordo aunque lo fui por más de 20 años, estoy casado con una mujer flaca, latina que también tiene un magíster y tenemos una relación heterosexual. Tenemos un hijo y vivimos los tres juntos. Nunca hemos pasado hambre o sed extremos o estructurales y siempre hemos tenido techo. Tenemos medicina prepagada, no tenemos deudas y estamos conformes con nuestros ingresos. No tengo propiedad de bienes inmuebles y tenemos un carro familiar de gama baja. No tenemos ninguna discapacidad. Las dos personas adultas de esta familia tenemos más de 40 años. Pertenecemos a un contexto católico. Soy ateo y creo que la realidad está llena de misterio y de inexplicables. Nunca he estado técnicamente desempleado. Profesionalmente me he desempeñado como asesor y consultor. Mi idioma nativo es el español, tengo un inglés avanzado y comprendo algo mínimo de francés y portugués. He lidiado con enfermedades mentales desde mi posadolescencia; están en remisión desde hace varios años; ya no habito mi existencia desde esas patologías. Mi inclinación política ha venido moviéndose en las últimas tres décadas y en la actualidad coincido con el pensamiento de izquierdas.
miércoles, 4 de mayo de 2022
Mi primera jubilación
En 2002, a los 24 años, mi siquiatra me anunció que sufría de Depresión y pocos años después ese diagnóstico se amplió hasta ajustar el que me acompañó hasta ahora: Trastorno Afectivo Bipolar y Alcoholismo. Este último me lo asigné yo mismo, gracias a haber empezado un proceso de doce pasos de Alcohólicos Anónimos, en mayo de 2006. Mi religiosidad hacia ese doble diagnóstico se fue incrementando porque la utilidad de tratarme bajo ese modelo empezó a reportarse, luego de algunos años de borrosa fe, como la posibilidad de concebir la viabilidad de mi vida.
Ser riguroso con las consecuencias de cargar con ese diagnóstico trajo costos que en mi caso han sido evidentes. Por ejemplo, mi orden con las cuentas y con la plata me han llevado a asumir un pasivo que se podría acercar a la obsesión y la neurosis, características no elogiables o deseables. Logré salir de las dramáticas deudas que asumí en episodios muy erráticos y a optar por una sana aversión al endeudamiento. Veinte años después de mi primera visita al siquiatra me reconozco por haber aprendido a cuidar la plata, sin tacañería, y acepto que el costo ha sido alto porque el Excel se puede convertir en una herramienta que gobierna sin miramientos diferentes a la dictadura de la aritmética, que es limitada dentro del proceso vital.
El año pasado, más precisamente el último trimestre de 2021 creí que estaba conociendo la felicidad, me sentía radiante, exultante. Cuando sonaba la Pequeña Serenata Diurna de Silvio Rodríguez y llegaba la parte de “¡soy feliz, soy un hombre feliz!”, la cantaba con un sentimiento desbordado y delicioso. Tuve la fantasía de que así sería mi vida para siempre, aunque con la sabiduría que he ido ganando, tenía claro que ese era un momento digno de ser disfrutado pero que, obviamente, llegarían días diferentes. No me equivoqué; salimos con Camila y Cristóbal de Barichara, donde vivimos muy bien desde más de un año atrás, para pasar un mes en Bogotá. Allá nos enteramos de una tragedia familiar y también logré cerrar dos contratos para después volver a Barichara con Cristóbal a ejecutar matricialmente el 2022.
Sería un año de mucho trabajo y a eso se sumaba que estaba cuidando a Cristóbal sin Camila porque ella estaba atendiendo la situación familiar en Bogotá. Los horarios eran estrictos, Cristóbal notaba que trabajaba mucho y me lo reclamaba, la plata fluía, pero algo faltaba y la matriz era insuficiente. La maravillosa época de meses atrás era un hermoso recuerdo, algo deseable, evocable y repetible. En esos primeros meses de 2022 se reactivó un cliente de la empresa que desde 2019 estamos sacando adelante con José Antonio. Se empezó a cristalizar un nuevo negocio y tomé la decisión de renunciar a uno de los contratos para repetir la misma decisión con el otro, pocos días después. El 31 de marzo se terminaron los dos contratos y Camila ya estaba en Barichara. Todo eso hizo que mi sistema entrara en cierto descanso, en algún tipo de duelo y empecé a vivir algo similar a lo que se siente con la Depresión.
Las primeras sensaciones llegaron el domingo 27 de marzo. La melancolía, la irascibilidad y el desinterés eran evidentes. La sensación general no se acercaba a la horrible e incapacitante desazón que sentí en episodios depresivos profundos de años atrás, aunque hubo llanto. El último de ellos sucedió hace más de siete años. Luego de más de un año y medio sin droga siquiátrica, le permití a mi sistema recogerse, con mucho menos miedo que antes, sin forzarlo a hacer lo que no era preciso. En ese momento no tenía que lograr grandes hazañas, ni hacer grandes renuncias, necesitaba esperar hasta que se terminara esa etapa, así como se acabó en diciembre la que, por el contrario, era muy placentera.
En medio de todo esto y buscando evocar lo que había hecho con los contratos, pensé en renunciar a mi doble diagnóstico y, en buena parte, por eso empecé a escribir estas palabras. Sin embargo, la metáfora era poco poderosa porque los contratos eran coyunturales y en cambio los diagnósticos se habían convertido en una forma de vivir, en un filtro para juzgar y habitar el Universo. Gracias a una conversación peripatética con un amigote de 40 años de historia, acepté el consejo de jubilar mis diagnósticos.
La escogencia de la jubilación y no de la renuncia resulta valiosa aunque la decisión ya estaba tomada desde tiempo atrás, independientemente de la semántica. En los últimos dos o tres años, además de haber renunciado a un trabajo envidiable en Bogotá, de haber empezado una empresa de consultoría, de estar criando a un niño, de los efectos pandémicos, de mi grado como Magíster en Filosofía y de la aceptación de mi ateísmo, he seguido construyendo una pareja y me he permitido afectarme potentemente por las molecularidades y los átomos de los procesos que me rodean. Eso me ha cambiado y tal como alguien me lo dijo algunos años atrás, seguiré siendo un laboratorio vivo.
No cabe duda de que a estos dos jubilados será hermoso visitarlos, consultarlos, festejarlos, honrarlos. Tendré lealtad con mi historia. No es un archivo sino una emancipación, para ellos y para mi. Lo cierto es que tengo la posibilidad y el privilegio de vivir en otro modelo no patologizante de mi existencia. Gracias a mis diagnósticos logré una viabilidad vital admirable y por ello mi gratitud es inefable; esta parece ser una nueva época de aprender disfrutar.
Camilo Isaza Herrera
1 de mayo de 2022
miércoles, 22 de diciembre de 2021
Si yo fuera Francia Márquez
Si yo fuera Francia Márquez, le propondría a mi gente, a mí proceso y a mi equipo, que me aprueben seguir en el Pacto Histórico y alzaría mucho más mi voz con respecto al incumplimiento inmoral, efectista, racista, clasista, hegemónico, machista y colonialista de Petro, su equipo y sus aliados.
Propondría a la gente de mi proceso que me permitan capitalizar en comunicación y votos, que me quedo en el Pacto Histórico y aprovecharía la miserableza del PH para hacer una mejor votación el 13 de marzo.
De hecho, haría una campaña de publicidad política que demuestre que dentro del mismo PH hay mucho de lo que Soy Porque Somos repugna. Empezando por Armando, Roy, Lupe y ni se diga, Simón, con sus respectivos séquitos.
Además no aceptaría invitaciones del Nuevo Liberalismo o de Ingrid.
Si yo fuera Francia Márquez honraría la responsabilidad que tengo con la gente que cree en mí y me quedaría en el PH, dando una batalla ancestral y amorosa.
Si yo fuera Francia Márquez pensaría a 10 y a 100 años.
Estoy para servir.
jueves, 30 de septiembre de 2021
Con César Gaviria no, pero con Cristo si
No puedo dejar de leer lo que dicen los políticos y hoy me divertí con este nuevo capítulo de la telenovela que le hizo competencia a las peleítas de brabucones adolescentes entre Pastrana, Uribe, Santos, Duque y Samper, nuestros líderes políticos de los últimos 27 años.
El capítulo que menciono es el de Fajardo poniéndole un veto a César Gaviria, otro más de los del club que mencioné arriba, aunque es más antiguo como expresidente. César a veces les gruñe y en otras ocasiones hace alianzas con ellos, según sea lo más conveniente para su ego, para Simón y para sus boyantes negocios como el de gas, el inmobiliario o para su pasatiempo y también negocio, el arte.
La bola negra de Fajardo a César Gaviria es llamativa porque tiene dentro de su Coalición de la Esperanza a Juan Fernando Cristo. La Silla Vacía hace una semblanza crítica de este político profesional acá: https://www.lasillavacia.com/historias/silla-nacional/el-anti-cristo/. Cristo empezó su carrera como secretario privado de Samper, quien fuera ministro de Gaviria por allá al comienzo de los años noventa. Luego, en 1998 se hizo elegir senador, como heredero de su asesinado padre y posteriormente le entregó ese derecho adquirido familiar a su hermano Andrés, para dedicarse a gestionar la política desde el Ministerio del Interior del gobierno Santos.
Sin miedo a equivocarme, puedo afirmar que Cristo, en los últimos treinta años, ha trabajado con César Gaviria, ha hecho alianzas con él y con muchos otros políticos y actores que poco conocen de ética, legalidad y democracia y mucho de negocios, delitos y conveniencia. Un ejemplo de estos últimos es la papita criolla de Ramiro Suárez Corzo.
Con todo esto en mente, se me despierta la desconfianza con respecto al moralismo de Fajardo y de su coalición, cuando tienen en sus filas a un político tradicional, por decir lo menos, como Cristo. Por cierto, también está ahí Humberto de la Calle quien me inspira respeto y admiración debido a su liderazgo en el proceso de La Habana, pero tampoco podemos olvidar que él ha sido cercano a César Gaviria y en sus labores como ministro, por solo poner un ejemplo, ha tenido que actuar bajo la lógica de eso que llaman política tradicional, con puestos, contratos y conversaciones que no se podrían tener en público porque fácilmente serían la prueba de un delito.
Si Fajardo y sus aliados quieren venderse como faros éticos tendrán que empezar por aceptar el pasado y las prácticas en que han incurrido ellos mismos, incluyéndolo a él como gobernador y alcalde. Tendrán que pedir perdón y prometer que en adelante no incurrirán en los desafueros propios de la política. Ponerle un veto a César Gaviria porque supuestamente es de la política rancia, no es coherente con las calidades de quienes integran esa coalición. Parece más una animadversión personal o alguna razón estratégica que alguien como yo, no tiene por qué saber.
La otra opción es aceptar que nadie en la política ostenta un carácter ético tan admirable como el que fantasea Fajardo y que la búsqueda de la coherencia absoluta es una fuente de deformidad y de parálisis. No se trata de ser como Vargas Lleras con sus alianzas con sicópatas, pero si de optar por una ética que le permita al Centro ser una opción para el 2022.
lunes, 20 de septiembre de 2021
domingo, 19 de septiembre de 2021
Dios no es un macho
Más de 15 años atrás y ante una necesidad que marcaba la diferencia entre vivir o morir, empecé a frecuentar una terapia de grupo en la que se insiste con vehemencia y fiel convencimiento, que es necesario creer en un poder superior, como cada quien lo conciba. Mi relación con la divinidad fue pacífica al comienzo de mi existencia, porque solo se me ocurría que dios era el que me enseñaban en la clase de religión y en la capilla del colegio laico al que asistí, el que se adoraba en la misa de la iglesia de las instalaciones militares del Cantón Norte de Bogotá, el que recibí con la primera ostia consagrada a los nueve años y el que mi papá y mamá mencionaban con la reverencia propia de quienes repetían con poca disposición crítica, lo que sus antepasados más rezanderos les habían trasmitido por las buenas o por las malas.
A los trece años, por la misma época en que conocí algunos placeres que todavía no eran del todo adecuados para mi reciente infancia, empecé a alejarme de ese dios y me quedé sin uno, rápidamente. Llegué al punto que me sugirieron las lecturas de Fernando Vallejo en las que era usual considerar a dios en un grado de miserableza digno de merecer los peores insultos.
Posteriormente, a los 26 años, en el momento que mencioné al comienzo de este relato, intenté que mi poder superior fuera ese que había conocido en la infancia pero no funcionó. Intenté por el lado católico y hasta le di una oportunidad al cristianismo de grupo de oración, pero rápidamente desistí. Era evidente que mi desconexión de Jesucristo y de las narrativas que lo rodean, no iba a lograr que mi divinidad pudiera ser resuelta por ese lado. Sin embargo me tocaba construir un poder superior y por muchos años lo intenté desde una versión propia, autoconstruida, que tenía muchos parecidos con el dios católico, empezando porque era macho, como lo son las deidades principales de las religiones que conozco.
Además de ser evidentemente macho, dios me servía para pedirle cosas tan absurdas como un mejor trabajo, un carro o el poder y el dinero que creía que merecía. Ese esquema tampoco funcionó y después de algunos años llegó mi revelación. En una de las sesiones de esas terapias de grupo que me salvaron la vida y después de asistir por algo más de diez años, una mujer hizo una reflexión que me cambió para siempre. Esta subversiva religiosa reflexionó en voz alta sobre su relación con cierto dios que no es hombre y que ella había ido creando con las características que más le convenían. En su compartir, dejaba claro que no podía aceptar que dios fuera un hombre. Ello me dio las bases para empezar a construir una idea de divinidad que se ajustara a mis necesidades y a mis creencias.
Hubiera sido muy tonto diseñar una deidad femenina o no binaria y por el contrario conceptualicé un poder superior con el cual no podía tener una relación en términos humanos. No había posibilidades de conversar o negociar con ese nuevo ser (o no ser). Mi nuevo poder superior no atendía a una descripción colonialista, heteronormativa y hegemónica con cara de italiano de ojos azules, rodeado de ambientes vaporosos. Sencillamente no era nada, era mi poder superior pero no era algo susceptible de ser narrado, de ser discutido y definitivamente no tenía sexo, ni cuerpo, ni atendía a una referencia existente. Simplemente era superior a mi y en algunas ocasiones me arrodillaba ante eso, para recordar que había algo superior a mí, que ostentaba un poder inenarrable.
Este nuevo esquema me funcionó por varios años pero volvieron las dudas. Me cansé de la conversación espiritual en la que hay algo en el ser humano que es diferente al cuerpo, a las emociones y al pensamiento que es lo referente al espíritu. En este esquema parece necesario que existan conceptos como el alma que es una parte con ciertas características misteriosas, mágicas e intangibles. Pues no quise creer más en eso, incluso dejé de creer que el cuerpo, las emociones y el pensamiento vayan en compartimientos separados. Ahora concibo el proceso humano, incluyendo esas dimensiones y a las incomprensibles o inefables, como uno solo que puede ser explicado con recursos que no pasan de ser una opción metodológica plausible. En mi opinión es más como un sancocho o una maraña que un diagrama.
En este orden, lo más parecido a la divinidad en mi actual cosmogonía es lo que no se puede explicar, lo incomprensible, lo misterioso que, por cierto es la mayor parte de mi existencia en la que mi ignorancia es solo una partícula minúscula de lo que no podría ser explicado, si quiera, por la mayor sabiduría. Se podría decir que mi poder superior haya una primera forma en la ignorancia.
Sobre estos temas de las divinidades es muy poco lo que alguien puede afirmar. Sin embargo, puedo sostener sin dudas y con la tranquilidad de no estar equivocado que, aunque ahora creo que no existe, dios no es un macho.
martes, 20 de julio de 2021
Bandera al revés
Hace poco le estuve leyendo un libro de la historia de Colombia a mi hijo, que iba desde antes de la llegada de los españoles hasta su partida a las malas en 1810. Es importante recordar que después volvieron con toda su violencia y criminalidad a intentar preservar su botín, hasta que en 1819 fueron vencidos y finalmente expulsados.
Las celebraciones que veo hoy de Independencia, me resultan poco convincentes. Me parecen cantos y arengas de hinchas de equipos de fútbol que le rinden culto a unos colores. También me imagino a publicistas y comunicadores inventando frases que nos convenzan que somos un pueblo “echao pa´lante” y tantas otras fórmulas que me parecen trilladas y manipuladoras. Igualmente me imagino a los políticos y los militares haciendo de las suyas con ceremonias, metáforas y remembranzas que pretenden agitar la tribuna para que cantemos el gol de los 211 años; ¿211 años de qué?, no importa, pero son más de dos siglos y eso es mucho tiempo.
Me pasa que las ceremonias militares y policivas del día de Independencia me hacen sentir que ya no estamos bajo el yugo de los miserables españoles que enviaron acá a matar, violar, robar y cuántos otros verbos aterradores, sino que tenemos a una cantidad de personas armadas que usarán esas armas para defender a un nuevo soberano que no es exactamente el Pueblo, que constitucionalmente es el supuesto mandamás de este territorio.
Mi posición (trivializada), cuarta versión
Después de la emigración de mi familia original desde una ciudad intermedia, nací en la ciudad capital de mi país y he vivido casi toda mi vida allí, aunque ahora vivo en un municipio pequeño y gentrificado. Al nacer, la situación económica de mi familia era retadora pero no me acuerdo de ello; mi recuerdo es de suficiencia y hasta de opulencia. En Bogotá viví en estratos 5 y 6 de las localidades de Usaquén y Chapinero. Asistí a un colegio privado, estudié en dos de las mejores universidades privadas de Colombia hasta conseguir dos posgrados, uno de ellos como magíster. Soy latino, no soy gordo aunque lo fui por más de 20 años, estoy casado con una mujer flaca, latina que también tiene un magíster y tenemos una relación heterosexual. Tenemos un hijo y vivimos los tres juntos. Nunca hemos pasado hambre o sed extremos o estructurales y siempre hemos tenido techo. Tenemos medicina prepagada, no tenemos deudas y estamos satisfechos con nuestros ingresos. No tengo propiedad de bienes inmuebles y tenemos un carro familiar de gama baja. No tenemos ninguna discapacidad. Las dos personas adultas de esta familia tenemos más de 40 años. No practicamos una religión, pero pertenecemos a un contexto católico. No creo en divinidades y creo que no es posible demostrar la existencia de Dios. Creo que hay muchas cosas superiores a mí y que ellas ostentan mucho más poder que el mío personal. Nunca he estado técnicamente desempleado. Me he desempeñado como asesor y consultor. Mi idioma nativo es el español, hablo inglés y comprendo algo mínimo de francés y portugués.
sábado, 17 de julio de 2021
Respuesta a la columna de Carlos Granés
De la identidad a la modernización y vuelta a empezar
Carlos Granés
martes, 6 de julio de 2021
Mi posición (trivializada), tercera versión
Después de la emigración de mi familia original desde una ciudad intermedia, nací en la ciudad capital de mi país y he vivido casi toda mi vida allí, aunque ahora vivo en un municipio pequeño y gentrificado. Al nacer, la situación económica de mi familia era retadora pero no me acuerdo de ello; mi recuerdo es de suficiencia y hasta de opulencia. En Bogotá viví en estratos 5 y 6 de las localidades de Usaquén y Chapinero. Asistí a un colegio privado, estudié en dos de las mejores universidades privadas de Colombia hasta conseguir dos posgrados, uno de ellos como magíster. Soy blanco (o me veo blanco latino), no soy gordo aunque lo fui por más de 20 años, estoy casado con una mujer flaca, blanca que también tiene un magíster y tenemos una relación heterosexual. Tenemos un hijo y vivimos los tres juntos. Nunca hemos pasado hambre o sed extremos o estructurales y siempre hemos tenido techo. Tenemos medicina prepagada, no tenemos deudas y estamos satisfechos con nuestros ingresos. No tengo propiedad de bienes inmuebles y tenemos un carro familiar de gama baja. No tenemos empleados ni empleadas. No tenemos ninguna discapacidad. Las dos personas adultas de esta familia tenemos más de 40 años. No practicamos una religión, pero pertenecemos a un contexto católico. Soy ateo y agnóstico pero creo en un poder superior a mí. No he tenido largos periodos de desempleo y me he desempeñado como asesor y consultor. Mi idioma nativo es el español, hablo inglés y comprendo algo de francés.
lunes, 5 de julio de 2021
Lo que le quiero dejar a Cristóbal y lo que le estoy dejando
Las dos son lo mismo. No hay algo que le quiera dejar en el futuro que no le esté entregando ahora mismo.
Le quiero dejar el convencimiento de que nadie es mejor que otra persona. Que todas somos iguales ante el destino y que no hay razones para sentirse superior o inferior a nadie. Quiero que aprenda que las personas no se pueden comprar, que con las personas no se debe jugar como si fueran las fichas de mi tablero. De igual modo quiero que aprenda que las cosas tampoco son como la escenografía de su película. Las cosas están compuestas por mucho de lo que nos rodea, por el aire, las plantas, las piedras, las montañas, los arcoíris, sus juguetes, sus materiales. Los animales son algo parecido a una persona y respetarles es respetarse a sí mismo.
Quiero que Cristóbal aprenda a hacer sus cosas con sus propios medios y que sepa pedir ayuda cuando sea preciso. Me gustaría que Cristóbal se sienta seguro y suficiente para vivir, para convivir con todas las personas y cosas que lo rodeen. Quiero que Cristóbal aprenda a usar sus manos, su cuerpo y su inteligencia para proveerse lo mejor que él decida. Me gustaría que él comparta lo que tiene, sus dones, sus regalos, para que disfrute más sus privilegios. Quiero que Cristóbal tenga claro que nació en un contexto privilegiado y compartir será su mejor opción.
Quiero que Cristóbal aprenda a ser crítico con lo que aprende, con lo que le enseñamos los adultos, con lo que escucha en la televisión o con lo que recibe por absorción cultural. Quiero que sepa leer de corrido y use los lenguajes para comprender y ayudar a que los demás comprendamos. Me encantaría que él le encuentre gusto a los números y que desarrolle un pensamiento matemático y lógico que ponga a su servicio y al de los demás.
Intento enseñarle a Cristóbal que puede sentir, sensaciones y sentimientos. El dolor es legítimo y la ira también. No es correcto llevarse por delante a las demás personas porque tenga dolor o ira. Mis sensaciones o mis sentimientos no me dan el derecho de cosificar a los demás y hacerles pagar por mi sufrimiento.
Me encanta que Cristóbal disfruta muchas de las cosas que hace y quiero que tenga un mayor gozo en el aprendizaje. Me encantaría que tomara con mayor ligereza sus desaciertos y que su paciencia se incrementara al aprender.
Me gustaría dejarle a Cristóbal, la imagen de un papá que aceptaba sus errores, como la ira desmedida y el miedo irracional, así como las reacciones exageradas que se derivan de ellas dos. Quiero que vea mi evolución en este tema y que sepa que no existe algo como estar muy viejo para aprender o para evolucionar.
Finalmente me gusta enseñarle a Cristóbal que se pueden respetar las decisiones de las demás personas, en todos los temas y que respetaremos las de él. No debe haber razones arbitrarias para reprochar las decisiones legítimas de los demás ni las propias. Si él quisiera reprochar algo con irracionalidad, debe auscultarse profundamente y encontrar la motivación de sus radicalidades.
jueves, 1 de julio de 2021
lunes, 21 de junio de 2021
jueves, 17 de junio de 2021
Devenir quebrada
Convertirme en río va mucho más allá de mojarme o sumergirme porque rápidamente puedo volver a la orilla o secarme. Convertirme en Silvanio no es solo ponerme sus cotizas por un rato y caminar con su bastón, su nieto y alguna enfermedad en la cadera o en las rodillas, porque rápidamente puedo volver a mis zapatos citadinos. Devenir río tiene mucho de dejarme guiar por el nieto de Silvanio, por mi hijo y por las niñas y niños que viven los Senderos de Agua. Son quienes protagonizaron la caminata.
Al arrojar una pepita mágica al Pozo del Obispo que nutre la Quebrada Barichara, cerré los ojos y pedí mi deseo. Algo distinto debía hacer en esta ocasión al desear, porque todas las veces anteriores ante una fuente de agua, con una moneda, los resultados no fueron los que yo quería. Pedía para mí y para las demás personas, se me olvidó pedir para el territorio, para la comunidad, para lo incomprensible. Lo que más omití fue dar, ofrecer, ofrendar, pagar, pedir permiso. Esta vez no seguiré el agüero de ocultar mi deseo para que se me cumpla; voy a contarlo.
No me cabe duda de que la quebrada me contó una historia ese día y el siguiente y que me sigue contando más historias cuando escucho. Las formas de este riachuelo son y cuentan su versión. También puedo contar que Silvanio mandó limpiar un potrero para que los Senderos de Agua pudieran ser. La quebrada me contó que Silvanio tiene un lavadero de carros y un taller, a escasos metros de su curso. Dice ella que los jabones, los aceites y otros químicos la enferman, me enferman. Deben decir Silvanio y su familia que el negocio los ha dejado vivir tranquilos por años. Por cierto, yo también vivo tranquilo y nadie me está auscultando.
Al siguiente día, en Puente Grande, sentí el mal olor del río y pensé en Silvanio, en todas las personas que habitan y visitan Barichara. Desde el puente, con mi guía y otras personas vimos una familia de guatines que cruzó con rapidez porque los de mi especie les tiran muy duro, para comérselos o quién sabe para qué. Uno de esos guatines me miró a los ojos y me hizo un pedido que me abruma y no sé si voy a poder satisfacerlo. Por cierto, lo que me pidió es muy parecido a lo que yo mismo deseé con la pepita mágica.
Los Fiques y otro hilo que viene de La Culona, le dan más caudal a la quebrada que en algún momento recibió los desechos del matadero que no funcionó. Lo hicieron muy mal; hasta para matar se necesita buscarle la comba al palo. La construcción está abandonada, adentro tiene muchos avisperos que preferimos no alborotar, porque las avispas y cualquiera que sienta su rancho en riesgo, puede reaccionar mal. La baldosa blanca recuerda que este monumento vergonzoso fue hecho para que la sangre fuera fácil de limpiar. No lo lograron, ¡No lo logramos!
Afuera del matadero, nos dio por echar los escombros de las construcciones cercanas. Sin importar nada, pero un respiro está a punto de organizarnos, de ponernos límites, de darnos la posibilidad de elegir lo correcto. De ser libres. Sin discursos persuasivos sino con acciones y vocación, la elección se vuelve posibilidad. La quebrada no sabe qué es lo correcto, su sabiduría se haya en la magnificencia de solo ser, mi insensatez está en no dejarla.
Salimos de la carretera destapada y después de un broche bajamos por un camino empinado y pedregoso y nos encontramos otro monumento. Un óbelo con inscripciones por todos sus lados. Algunos de sus cómplices no han tomado la precaución de mandarse borrar y así evitar la identificación. Otros cómplices creemos que la indignación nos hace mejores sin recordar que aportamos a esa columna miserable. Las aguas de la quebrada que llegan a esa planta de limpieza, salen más muertas de lo que entran. Las aguas ensuciadas de Bagarí rodean el segundo monumento a la estupidez y aunque el matadero no funcionó, en esta construcción se cumple a cabalidad la función de matar.
Después de tanto olor a azufre, logramos cruzar la quebrada pisando sobre las piedras que sobresalen. Ahí entendí que si me dejaba guiar por la enemistad y no por las niñas y los niños, el paseo estaba acabado. Seguí caminando por entre el bosque, viendo basura y al llegar abajo, se oía el estallido del agua contra las piedras. También se seguían escuchando las historias que relataba la quebrada, con espuma hedionda, con icopores a las orillas, con una tortuga bajo la basura. Nicanor y Pedro tocaron el viento y el cuero. No era fácil celebrar con la música. Había ritualidad en el trabajo de recoger basura, gracias a la música, que en algunos despertó alegría.
Ya en ese punto el agua ruega por un escape y lo ejecuta al dejarse llevar por una gigante caída que da esperanza. Nos transformamos a nosotros mismos al dejarnos llevar por las formas y por las historias. Mis botas se mojaron por dentro cuando decidí acercarme a mirar el precipicio de la cascada. En ese momento pensé que mis zapatos, mis pies, estaban llenos de desechos de humanidad y sentí asco. El afán me dominó y emprendimos el camino de regreso con mi guía de seis años, para comprobar que esos monumentos no eran una fantasía de la desgracia.
Si quiero devenir río, no cabe duda de que me debo dejar mostrar el camino por mi guía y por las demás niñas y niños; en la niñez se sabe menos y se es más, como un río.
lunes, 31 de mayo de 2021
Mi posición (trivializada), segunda versión
Después de la emigración de mi familia original desde una ciudad intermedia, nací en la ciudad capital de mi país y he vivido casi toda mi vida allí, aunque ahora vivo en un municipio pequeño y gentrificado. Al nacer, la situación económica de mi familia era retadora pero no me acuerdo de ello; mi recuerdo es de suficiencia y hasta de opulencia. En Bogotá viví en estratos 5 y 6 de las localidades de Usaquén y Chapinero. Asistí a un colegio privado, estudié en dos de las mejores universidades privadas de Colombia hasta conseguir dos posgrados, uno de ellos como magíster. Soy blanco (o me veo blanco latino), no soy gordo, estoy casado con una mujer flaca, blanca que también tiene un magíster y tenemos una relación heterosexual. Tenemos un hijo y vivimos los tres juntos. Nunca hemos pasado hambre o sed extremos o estructurales y siempre hemos tenido techo. Tenemos medicina prepagada, no tenemos deudas y estamos satisfechos con nuestros ingresos. No tengo propiedad de bienes inmuebles y tenemos un carro familiar de gama baja. No tenemos empleados ni empleadas. No tenemos ninguna discapacidad. Las dos personas adultas de esta familia tenemos más de 40 años. No practicamos una religión, pero pertenecemos a un contexto católico y no practicamos el ateísmo o el agnosticismo. No he tenido largos periodos de desempleo y me he desempeñado como asesor y consultor. Mi idioma nativo es el español, hablo inglés y comprendo algo de francés.
domingo, 30 de mayo de 2021
Aniquilar a mi opositor hace que el juego se termine
El referente superior al que hacía referencia en una anterior entrada debe ser suficiente para cuidarme a mi, a mis grupos y a las contrapartes de la negociación. Debe tener una inteligencia y una comprehensividad tal, que me permita como negociador, optar por la creación de una prosperidad compartida con mi opositor.
Entregarme a ese referente significa que confío en que me va a cuidar, que lo hará con mis compañeros y con mis opositores.
Aniquilar a mi opositor hace que el juego se termine. Prefiero seguir jugando, seguir intentándolo.
viernes, 21 de mayo de 2021
miércoles, 12 de mayo de 2021
Un referente superior para dialogar
Un paso fundamental en ese diálogo con traducción, es que cada una de las partes tenga algo como un poder superior. Es necesario que las personas que integren las mesas de diálogo estén informadas o regidas por algo que les es superior. Unos llevarán a dios, otros a la patria, algunos al interés general, hay quienes llevan a la pacha mama o la madre tierra, el universo, la constitución y la ley, la arquitectura universal o tantas otras posibilidades. Sobre esto no hay negociación y no es necesario revelar esta información.
Es fundamental que exista un marco axiológico que sea lo menos acomodaticio posible y que sirva de consulta a quienes dialogan. En las situaciones límite del diálogo y la negociación, las partes necesitarán abstraerse de sí y satisfacer algo superior, si quieren hacer un buen trabajo. Si su único derrotero son sus propios intereses o los de sus grupos, la conversación llegará a un escenario meramente transaccional que no refleja la complejidad del proceso humano y de la construcción colectiva.